How to Stop Israel

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Cómo parar a Israel

El grave error –asesinatos y otros crímenes para muchos- de Israel en su abordaje de la flotilla humanitaria con destino a Gaza el 31 de mayo puede ser la gota que colme el vaso de la paciencia de los EEUU con el Gobierno israelí.

Dentro y fuera de la Administración Obama se ha intensificado un debate más que necesario sobre la relación estratégica que mantienen los EEUU e Israel desde la Segunda Guerra Mundial. Anthony Cordesman, uno de los principales expertos estadounidenses en Oriente Medio, ponía el dedo en la llaga el 2 de junio con un comentario publicado por su Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS) de Washington.

Su posición, compartida por muchos altos funcionarios de la Administración, se resume en tres ideas. Primera: la mala conciencia por el Holocausto y el antisemitismo de Occidente (más la Guerra Fría y el petróleo, añado yo) convirtieron a EEUU en el principal baluarte de Israel desde la segunda guerra árabe-israelí por el canal de Suez (1956).

Segunda: para asegurar la supervivencia del Estado hebreo, única democracia en la zona (limitada, como todos sabemos, pero a años luz de cualquier otro país de la región), los EEUU se han comprometido a defenderla contra cualquier amenaza.

Tercera: la construcción continuada en los asentamientos, el bloqueo de Gaza y los excesos en el uso de la fuerza (el ataque a la flotilla fue uno más, mucho menos grave, por cierto, que el ataque a Gaza en diciembre de 2008 y enero de 2009) complican la alianza antiiraní en la que tanto ha invertido Washington, debilitan el vínculo estratégico de Occidente y de Israel con Turquía, desautorizan la mediación de Obama por medio del ex senador Mitchell, torpedean la nueva estrategia hacia el mundo musulmán anunciada el año pasado por Obama en Turquía y en Egipto, y dan munición a Al Qaeda y a todos los violentos del arco iris islamista para legitimar su ataques en Irak, Afganistán y el resto del mundo.

El general David Petraeus, al mando de las fuerzas estadounidenses en Irak y Afganistán, lo reconocía el 4 de junio en declaraciones recogidas dos días después por Helene Cooper en el ‘New York Times’: “El statu quo es insostenible. Si no hay progreso hacia una paz justa y duradera, los extremistas reciben una estaca para golpearnos”.

En marzo la secretaria de Estado Hillary Clinton advertía a AIPAC, el principal lobby judío en los EEUU, que las nuevas construcciones en Jerusalén Oriental y en Cisjordania “son una brecha entre Israel y los EEUU que otros en la región van a rentabilizar”.

Daniel Levy, director del Grupo de Oriente Medio en la New American Foudation, sólo ve tres opciones para los EEUU: pagar el precio y mirar hacia otro lado, apostar con todos sus medios por un acuerdo de paz palestino-israelí o distanciarse de Israel y que sus dirigentes se enfrenten solos a las consecuencias de sus errores. Parece obvio que la más sensata es la segunda, pero el Gobierno israelí no ayuda en absoluto a avanzar en esa dirección.

Después de cuatro años, el bloqueo de Gaza dificulta la entrada de armas, pero aumenta el sentimiento antiisraelí y antioccidental de una población empobrecida. Ni ha debilitado a Hamas ni ha logrado la libertad del soldado Gilad Shalit. Debe levantarse cuanto antes, preferiblemente negociando las condiciones.

Martin Yndik, ex embajador estadounidense en Israel y ex subsecretario de Estado para la región, presenta en la última edición del semanario ‘TIME’ (14-21 de junio) una hoja de ruta en tres fases para hacerlo. En primer lugar, negociaciones con mediación árabe y/o europea entre Hamas e Israel para levantar el bloqueo, intercambiar prisioneros, liberar al soldado Shalit y garantizar la seguridad en Gaza.

El segundo paso sería acelerar las “conversaciones de proximidad” sobre Cisjordania para retirar de los territorios cuanto antes todas las fuerzas de seguridad israelíes a cambio de garantías firmes de que las fuerzas palestinas aseguren que desde allí no hay más ataques contra Israel.

Por último, propone una nueva mesa de diálogo al más alto nivel entre Israel y Turquía para enderezar unas relaciones diplomáticas que han sobrevivido desde 1949 a cinco guerras y a dos intifadas, y para alcanzar de una vez la paz con Siria.

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