A 16 meses de haber asumido la Presidencia, el expediente de logros de Barack Obama en política interna es claro y suficiente, aun cuando, como suele suceder en el ámbito de la política, muchas de las tareas que han ocupado la atención del Presidente han sido dictadas por las circunstancias y de ninguna manera formaban parte de su plataforma inicial de trabajo.
Otra ha sido la historia de la presidencia de Obama en su agenda de política exterior que, en rigor, muestra poca acción, mucha retórica y cero victorias.
Lo mismo se podría decir de su lamentable manejo del tema migratorio. Un tema que, si bien en Estados Unidos es considerado de interés exclusivamente nacional, es evidente que, por su propia naturaleza, tiene un marcado carácter internacional o “interméstico”.
Pero empecemos revisando la agenda doméstica y los logros de los primeros 16 meses de trabajo presidencial. Hoy, la preocupación central del presidente Obama es la resolución exitosa del derrame de petróleo en el Golfo de México, que no solo es la peor tragedia ecológica en la historia de la nación, sino que amenaza con volverse en su ‘Katrina’ si no se resuelve pronto.
Apenas unos días antes, lo que ocupaba el centro de su atención era la aprobación en el Congreso de las nuevas reglas para regular a la industria financiera, que va por buen camino. El manejo político de la aprobación en el Congreso de la reforma sanitaria, probablemente el proyecto que marcará el gran hito de su presidencia, le tomó gran parte de su tiempo y mucho capital político. Y lo mismo se podría decir de su empeño por lograr la aceptación de su programa de estímulo para revivir la economía y del multimillonario rescate financiero de bancos especuladores y empresas mal administradas.
Donde el presidente se ha mostrado remiso es en la resolución del tema migratorio, como bien ha denunciado Luis Gutiérrez, el congresista que hoy se ha convertido en el defensor principal de la causa de los inmigrantes. Lo que Gutiérrez no le perdona a su amigo el Presidente es que siga en deuda con la comunidad hispana y no cumpla su promesa de reformar el desvencijado sistema migratorio nacional.
Peor aún, el reclamo de Gutiérrez y de la comunidad hispana se magnífica al ver que Obama se empeña en seguir la misma lógica de su predecesor, George W. Bush, quien se pasó los ocho años de su presidencia diciendo que la reforma del sistema migratorio era imprescindible y lo único que hizo fue enviar más agentes y guardias nacionales a la frontera sur y permitir la erección de muros de piedra y lodo, y la construcción de bardas virtuales, que no han servido para nada.
Según dijo Gutiérrez en una entrevista recién publicada en The New York Times, lo que Obama está haciendo no es sino política barata. “La evidencia contundente de los últimos 25 años nos demuestra que el Presidente está equivocado.” http://www.nytimes.com/2010/05/29/us/politics/29gutierrez.html
Y esta no es, desafortunadamente, la única coincidencia entre Obama y Bush. En cuestiones de política exterior, Obama prometió terminar la intervención militar en Irak, y las tropas norteamericanas siguen ahí; prometió cerrar Guantánamo, y la prisión sigue ahí; prometió denunciar las violaciones de los derechos humanos, y sólo lo hace cuando suceden en países de poca monta en el escenario mundial, nunca cuando el violador es un Estado poderoso con el que Estados Unidos tiene importantes vínculos comerciales y/o estratégicos.
Sí ha cambiado la actitud y el tono de la política exterior estadounidense y eso hay que agradecerle. Ya no hay más la opción maniquea que advertía a los países que o estaban con EE. UU. o estaban contra él. Ya no hay más el arrogante derecho a intervenir y dominar a otros países en nombre de dudosos valores morales.
Lo lamentable, en el caso de Obama, es que, con su convincente retórica, nos hizo creer a muchos que el balance entre lo correcto y lo posible era factible.
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