Muchos observadores juzgan acomodaticio el juicio del Gobierno norteamericano sobre el ataque israelí a la ‘flotilla de la libertad’. Estaría destinada -dicen- a salvar la cara en la universal condena mientras, de hecho, se extiende el habitual y amplio escudo protector: el pecador es otra vez absuelto y la alianza de hierro entre las partes impone de nuevo su ley.
Hay bastante de eso, pero desde que la Administración demócrata tomó el timón hace quince meses, la Casa Blanca está reorientando lentamente su relación con Israel y los coleccionistas de matices disponen ya de un buen surtido que, leído como un conjunto, explica algo muy sugerente: Obama es muy poco apreciado por el público israelí y su manejo de la crisis de Oriente Medio da en las encuestas menos del 10% de aprobación.
He aquí una enumeración limitada:
Asesores. Obama nombró a los tres días de sentarse en la Casa Blanca a una personalidad de peso y de origen libanés, George Mitchell, como su enviado personal para reactivar la negociación entre palestinos e israelíes y ha cuidado exquisitamente el trato a ambas partes como iguales a efectos protocolarios, de visitas, etcétera…
Política nuclear. Washington ya no asume la política nuclear israelí de ambigüedad y menciona en documentos oficiales a Israel como lo que es, una potencia militar atómica. Y, así, votó en la revisión quinquenal del TNP que Israel firme el Tratado, acepte el control de la AIEA y, sobre todo, la celebración en el 2012 una conferencia para la creación de «un Oriente Medio libre de armas nucleares».
Siria. Se acepta la realidad del factor sirio como esencial en la región, ha concluido el boicot al régimen de Bachir al-Assad, ya han visitado Damasco altísimos funcionarios (Jeffrey Feltman y Dan Shapiro) y será enviado próximamente un embajador.
Gestos. El presidente ha visitado Egipto y Arabia Saudí, pero no ha puesto los pies en Israel.
Antiterrorismo. El discurso estratégico sobre la crisis regional ha incorporado el criterio de que la percepción árabe sobre la conducta americana es pro-israelí alimenta el resentimiento contra los Estados Unidos y complica el combate antiterrorista (general Petraeus, en el Senado).
Gaza. El ‘New York Times’ del jueves citaba a una fuente oficial para afirmar que el Gobierno Obama tiene por insostenible la situación en Gaza y tratará de cambiarla.
En este contexto, renovado con muchas precauciones (incluida la de repetir sin tregua el inalterable compromiso con la seguridad de Israel), Obama ha optado por lo que podía: unirse a la fórmula de la declaración del Consejo de Seguridad de la ONU… que, no se olvide, votó también Turquía, gran agraviada de la crisis en Gaza y que ha puesto los muertos, y que toda comisión de investigación israelí incorpore una presencia extranjera. ¿Dónde está la vieja confianza de antaño?
El mejor resumen de lo que sucede lo ha hecho un israelí informado: «Los Estados Unidos están modificando su visión de Israel: de ser un activo, pasa a ser una carga». Lo firma un tal Meir Dagan. Es el jefe del Mossad… No se hable más.
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