Alfredo Toro Hardy // EEUU: crecimiento sin empleo
Los empleos se están mudando al mundo en vías de desarrollo con China e India a la cabeza
Para contrarrestar la mayor crisis económica en casi ocho décadas el Congreso norteamericano pasó tres leyes de alcance histórico. La primera de fecha 13 de febrero de 2008 contemplaba erogar 152 millardos de dólares, la segunda de 3 de octubre de ese mismo año determinaba erogaciones por 700 millardos y la tercera de 17 de febrero de 2009 de 787 millardos. Luego de haberse lanzado a la calle cantidades que desafían la imaginación, la economía de Estados Unidos logró volver a la senda del crecimiento: 3% durante el pasado trimestre. No obstante, este retorno del crecimiento económico no ha venido acompañado de la recuperación de empleos.
Para el mes de mayo se estimaba que habrían de ser creados 540 mil empleos y sin embargo sólo se materializaron 431 mil. De esa cantidad, 411 mil empleos se correspondieron a trabajos temporales, contratados para la elaboración del censo 2010. A pesar de este engañoso aumento, el porcentaje de desempleo se sitúa en 9,7 por ciento, lo que equivale a 15 millones de personas en edad laboral. ¿Quién es responsable de esta situación?
Lo cierto es que los empleos se están mudando al mundo en vías de desarrollo con China e India a la cabeza. En el primer caso se trata de empleos de cuello azul (manufacturas) y en el segundo de cuello blanco (servicios). Para Estados Unidos las predicciones resultan aterradoras. De acuerdo al Banco Mundial para 2030 más del 65% de las manufacturas mundiales provendrán de los países en vías de desarrollo (“Global Economic Prospects”, 13 diciembre, 2006). A la vez según Alan Blinder, director del Centro de Estudios de Políticas Económicas de la Universidad de Princeton, el sector de los servicios interpersonales -aquellos que pueden ser prestados a distancia por vía electrónica- está llamado a desaparecer del mundo desarrollado, para localizarse en los países en vías de desarrollo (“Offshoring: The Next Industrial Revolution”, Foreign Affairs, New York, marzo/abril, 2006).
La razón de esta migración de empleos es clara. Bajo el impacto de una competencia productiva sin fronteras y sin mesura, la reducción de costos se ha transformado en dogma para las empresas. La presión por dar respuesta a las exigencias de rentabilidad inmediata, representadas por los informes trimestrales, es la clave de esta feroz competencia. Las grandes corporaciones se enfrentan entre sí por captar la preferencia de millones de accionistas anónimos, deslastrándose de todo lo que pueda significarles algún peso en su oferta de mayores rendimientos.
¿Pero quién es este accionista anónimo que determina la dinámica anterior? El mismo no es otro que el propio obrero u oficinista que tiembla ante la posibilidad de verse despedido en la próxima camada de empleos que haya de trasladarse a Asia. A través de su cotización y búsqueda de máximo rendimiento en fondos de pensiones o fondos mutuales, o por vía de su pequeña inversión en bolsa, él se ha transformado en eje central del proceso económico que amenaza con excluirlo. Por vía de un curioso proceso circular, víctima y victimario se han convertido así en la misma persona.
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