Zapatero y Obama
José María Carrascal
¡QUIÉN iba a decir a aquel joven José Luis Rodríguez Zapatero sentado al paso de la bandera norteamericana que un día se alegraría como un niño con zapatos nuevos al recibir una llamada del presidente de los Estados Unidos! Y, además, para felicitarle. Bueno, felicitarle condicionalmente, pues la llamada contenía también una advertencia: era necesario seguir con los recortes que había iniciado. Recortes que no hubiera hecho de no imponérselos Europa y el propio Obama. Pero, en fin, lo importante era la llamada, la conjunción planetaria de que hablaba Leire Pajín y todo el mundo tomaba a cachondeo. Pues ahí la tienen de nuevo. Imagino que la conservara en cinta y en disco, para mostrársela un día a sus nietos. «¿Lo oís? Este que está hablando era el presidente de los Estados Unidos de América. Y me llamaba a mí, vuestro abuelo».
Últimamente está de moda entre los comentaristas españoles psicoanalizar a nuestro presidente. Se le ha comparado con Maquiavelo, se le ha clasificado como optimista antropológico, aunque con caídas en la depresión. Se le ha escudriñado del derecho y del revés, sin acabar de catalogarlo, tal vez porque es tan común, que no encaja en ninguno de los moldes en que suelen darse los personajes en las alturas donde se mueve. Quiero decir que su secreto es no tener ninguno. Él mismo ha venido a reconocerlo al decir a su mujer que cualquiera puede ser presidente del Gobierno español. O sea, un cualquiera. Lo malo es que cuando un cualquiera se encuentra al frente de un país y las cosas vienen mal dadas, lo único que sabe hacer, si hay suerte, es lo que le mandan.
A él le gustaría parecerse a Obama. Pero la distancia entre ellos es abismal. Obama tuvo un largo camino hasta llegar a la Casa Blanca, empezando por ser negro, mulato más bien, hijo de madre abandonada por su marido, con todo lo que ello representa en una sociedad que no ha acabado de sacudirse el racismo (las demás, tampoco, dicho sea de paso). Se ganó a pulso los estudios en las mejores universidades y su carrera política empezó en los escalones más bajos, sirviendo de intermediario entre la Universidad de Chicago y el gueto que la rodea. Para la presidencia tuvo que batirse con candidatos mucho más conocidos que él, entre ellos la esposa de un ex presidente. Quiero decir que nada le fue fácil. Zapatero, en cambio, ni siquiera fue concejal de su ayuntamiento. Era un chico bien de Valladolid que pretendía ser de León, para tener más pedigrí obrero, pero ahí se acababa todo. La confusión en el PSOE tras la salida de González le hizo candidato y las bombas del 11-M, presidente del Gobierno. Lo que ha hecho como tal es de sobra conocido. Prácticamente, todo le ha salido mal. Nada de extraño que se alegre tanto de la llamada de Obama. Puede que quede como lo más destacado de su mandato.
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