Me cae bien Obama. Pero me carga esta etiqueta de «faro del mundo libre» que, entre todos, le hemos colgado. ¡Ha llamado Obama! Hágase el silencio para escuchar, con devoción, la palabra de Dios. Me parece muy bien que le dé el o.k. a la nueva política económica del Gobierno de España, pero, si de verdad aprecia a Zapatero, debería dejar de cultivar este papel de tutor que pone nota a las decisiones que toma.
¿Ha llamado para felicitarle por su acierto o para darle el terrón de azúcar por haber hecho lo que él le dijo que debía hacer? No parece que ayudes a un primer ministro amigo si le haces aparecer ante sus ciudadanos como el desnortado al que hubo que ponerle el arnés para llevarle por el buen camino. ¡Bravo, José Luis, ya te hecho ver la luz, enhorabuena amigo!
Olvida Obama que en España vende más una llamada conminatoria que una de aliento. Ojeando el tamaño de las letras que ha merecido, en nuestra prensa, el último telefonazo obámico salta a la vista que nos ponen más las collejas que los elogios. La supuesta bronca de hace un mes mereció títulos enormes; la supuesta felicitación de anteayer apenas dio para un sumario. Concluyamos que es más noticia que Obama exhorte a que Obama aplauda.
En ambos casos me pregunto si aceptaría la Casa Blanca un comportamiento recíproco: que le llamara el presidente de la UE para exhortarle a ir más a fondo con la reforma de Wall Street que dejó aparcada; que le reproche que le dejara huérfano de cumbre planetaria pese a la generosidad que demostramos al acoger algunos presos de Guantánamo que nunca fueron problema nuestro, sino de Obama. Lástima que nunca se conozcan las respuestas, o réplicas, que da nuestro presidente.
Estaría bien saber con qué grado de detalle conoce Obama las cuentas públicas españolas, qué conocimiento real tiene de nuestro país, su situación financiera y su realidad parlamentaria. Este papel de gurú de lo nuestro que le hemos otorgado, ¿es fruto de su sabiduría o simplemente de su cargo? ¿Se anima a venir a España a bregar él con los esquivos portavoces parlamentarios o a afeitarles las barbas a los hermanos Méndez? Temo que aún pecamos de provincianismo cuando del Post, del Journal, del New York Times o de la Casa Blanca se trata.
Antonio Gutiérrez, fichaje estrella del PSOE en las elecciones de 2004 y premiado con la presidencia de la comisión de Economía, firmaba ayer en El País, al cabo de seis años sin dar señales de vida, la siguiente reflexión: «Jalear a los gobernantes con los tópicos sobre su estatura política para que impongan medidas difíciles, aunque sean duras, suele ser una argucia embaucadora acuñada por las derechas para confundir a gobiernos de izquierdas». Era el colofón a un artículo-misil contra la reforma laboral en coherencia con el cual ejerció ayer –una y no más– de verso suelto. Se acabó la irrelevante carrera política del diputado díscolo. Seis años missing para reaparecer ahora ¡desafiando a Obama!
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