Capitalism Hemorrhages In the Gulf

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Las fotografías satelitales sobre el derrame de petróleo, en el Golfo de México, nos remiten de inmediato a las palabras de los indígenas Uwa de Colombia: “El petróleo es la sangre de la tierra”.

Nada más parecido y patético: es la mayor hemorragia del planeta y, con ello, otro sistema se desangra: el capitalismo corporativo. Ciertos economistas lo han llamado “derrame al cuadrado”, ya que la imagen de la mancha negra implica la mancha verde de los millones de dólares perdidos por la multinacional British Petroleum (BP).

Dos acotaciones dramáticas para mencionar: 1) La insolidaridad de las empresas del sector frente al derrame; “están a la espera de la bancarrota de BP”, expresan algunos comentaristas de Wall Street. 2) La incapacidad de la “supuesta” tecnología de punta con la que cuenta la ingeniería de hoy. En resumen, el derramamiento de petróleo, en el Golfo de México, ha dejado al descubierto la impúdica desnudez del sistema capitalista de Occidente. ¡Perdida la eficacia de su tecnología, perdida la justificación de su poder!

Ver a Tony Hayward, director ejecutivo de la BP, navegando su yate en una regata, mientras su empresa derrama unos 60.000 litros de petróleo por día al Golfo de México, nos provoca un grito de desesperanza que nos recuerdan los versos de César Vallejo: “¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo y acabemos!… ¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!”

Ay, más allá de crear un fondo de emergencia por más de 20.000 millones de dólares, lo que clamamos, el resto del mundo, es el acuerdo de un cambio definitivo en el sistema, el cambio hacia las energías limpias. Sacudir los tibios acuerdos de la pasada Cumbre de Copenhague y enarbolarla como la irracionalidad del “primer mundo”, con implicaciones para el pago de la deuda externa de los países acreditados. El escenario de la próxima cumbre sobre el cambio climático, en el venidero diciembre, en Cancún-México, deberá cambiar de centro operativo: la agenda impulsada por los bloques de los países menos contaminantes, marcando la pauta y el norte de las deliberaciones.

Paralelo al rescate del ecosistema del golfo se debe establecer la sanción moral planetaria para los responsables directos de este desastre ecológico; dícese: British Petroleum, gobierno británico, gobierno estadounidense, socios comerciales del sector petrolero, especuladores… entre otros.

¿Quiénes creen conducir el mundo desde su real sapiencia y parecer? ¿Acaso no es el autonominado primer mundo? En tal caso, ¿qué tan excelentes conductores han sido? ¿No está el planeta en graves condiciones? ¿No es hora ya de dejar de prestarles tanta atención a sus recomendaciones infalibles? Es preciso asumir este desangre del “aceite de piedra” como la gota que rebasa la taza de la paciencia y toda prudencia… es tiempo ya de pararnos sobre la mesa y levantar nuestra voz, hasta ahora inaudible a pesar de sus 200 años de “independencia”.

Barak Obama buscaba argumentos contundentes para poder patearles el trasero a los responsables del derrame; nosotros, los latinoamericanos, tenemos suficientes razones para patearles el trasero a su gobierno y a todo el poder occidental que ha conducido el mundo hacia el precipicio de su inteligencia positivista judeocristiana.

Ya hemos cumplido más de ciento cincuenta años de explotación de hidrocarburos y aún se esperan no menos de cien años para terminar de secar la totalidad de los pozos.

Manifestamos nuestra objeción de conciencia frente a las actuales exploraciones que se llevan a cabo en los territorios indígenas de Colombia.

Exigimos otro camino para el bienestar de la humanidad, lejos del “desarrollismo occidental”, encantador de serpientes admirado por los incautos. Otro camino más horizontal y marsupialmente orgánico del seno de la Naturaleza. Un sistema, posderrame, alternativo que inicie el “giro de tuerca” tan esperado.

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