Obama Doesn’t Speak Spanish

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Una de las frustraciones de las comunidades de latinos en Estados Unidos con el presidente Barack Obama ha sido su negativa a impulsar la reforma migratoria. Después de conseguir el 68 por ciento de los votos de esta minoría étnica en las elecciones del 2008, el mandatario despachó el esfuerzo de legalización de 11 millones de indocumentados al vagón de cola de sus prioridades, detrás de la salud, el sector financiero, el paquete de estímulos y la energía.

Casi un año y medio tuvieron que esperar los 46,8 millones de latinos que viven en el país del norte para que Obama diera el jueves pasado el primer discurso sobre políticas de inmigración de su gobierno. El momento es propicio: hace unos meses, el estado fronterizo de Arizona aprobó una norma local que persigue a extranjeros sin papeles, mexicanos principalmente, y ahora otros 20 estados están considerando la expedición de legislaciones similares. Al mejor estilo del actual inquilino de la Casa Blanca, la alocución contó con altas dosis de loas a la “nación de inmigrantes” y un inequívoco apoyo a una ley que regularice la situación de los ilegales. Sin embargo, se abstuvo de esbozar una clara hoja de ruta para que la iniciativa migratoria transite por el Congreso norteamericano en año de elecciones de mitaca. En palabras de los directivos de La Raza, una de las organizaciones más influyentes que trabaja por los derechos de los inmigrantes, “un discurso por sí solo ya no es suficiente”.

La intención de Washington de revivir el tema de la reforma de las leyes de migración parece responder más a un interés electoral que a un compromiso tangible de política pública. En noviembre, los estadounidenses renovarán la totalidad de los 435 escaños de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y 36 gobernaciones estatales. La comunidad latina -un 15 por ciento de la población total- es la minoría con perspectivas más dinámicas de crecimiento y, dada su concentración geográfica en estados como Colorado, California y Nevada, constituye un poderoso bloque de votantes que los demócratas, en el poder, no quieren perder. Algunos estudios calculan en unas 40 las circunscripciones electorales donde el sufragio latino puede marcar la diferencia.

Hoy, Obama y sus seguidores están en la Casa Blanca y controlan las dos cámaras del Legislativo. No obstante, la tradición política indica que en las elecciones de mitaca el partido mayoritario recibe una paliza. Al manifestarse a favor de la ley migratoria y culpar del fracaso a la oposición, el Presidente busca mantener a los latinos en la columna de los demócratas a pesar del desencanto.

Pero, más allá de los cálculos políticos, la inmigración ilegal en Estados Unidos sigue siendo un asunto por resolver y que toca a millones de personas de todas las partes del globo. Por ejemplo, según datos censales del 2008, de los 882.000 colombianos residentes en ese país, dos terceras partes cuentan con la ciudadanía, un tercio ha alcanzado un título universitario y un cuarto no está cubierto por seguro de salud. De hecho, la comunidad colombiana, la séptima en tamaño entre los latinoamericanos, es la más educada y la segunda de mayor ingreso per cápita anual. Estas estadísticas ratifican que los compatriotas en Nueva York o Florida estarían dentro de los más beneficiados por una ley de regularización de su estado legal.

Sería apresurado afirmar que el discurso de la semana pasada le abrirá el camino a la reforma del sistema migratorio. Ante el ambiente electoral, lo más seguro es que la iniciativa no empiece su tránsito legislativo hasta principios del próximo año. Mientras tanto, Obama tendrá que enfrentar dos problemas crecientes: la ilusión de millones de indocumentados de legalizarse y el afán de otros millones de votantes latinos al borde de la decepción.

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