Afganistán, la guerra sin fin
CONCEPCIÓN BADILLO | OPINIÓN
Miércoles 21 de Julio, 2010 | Hora de modificación: 00:16
Hace varias semanas que llevo en la mente la imagen de Brendan Marrocco, un joven de 23 años cuya fotografía apareció en primera plana del diario The New York Times. Es una imagen fuerte, que cala, que duele y que se queda grabada dentro de uno y que, para mí, ha venido a simbolizar las guerras sin fin, ni victoria, que Estados Unidos lleva a cabo en Irak y Afganistán.
En la foto podemos ver su torso y su cabeza. No hay más, porque este joven, admirablemente aún entusiasmado con la vida y lleno de planes para el futuro, perdió los dos brazos y las dos piernas cuando una bomba estalló debajo del vehículo que conducía en las afueras de Bagdad, convirtiéndose así en el primer soldado estadunidense que sobrevive luego de haber perdido las cuatro extremidades.
Él dice sentirse feliz de estar vivo. Otros no han tenido esa suerte, ya que en Irak desde que la guerra se inició han muerto casi cinco mil jóvenes estadunidenses, mientras que en Afganistán la cifra rebasa el millar, sin incluir las decenas de miles de ciudadanos de ambos países que han fallecido a causa de estos conflictos.
Irak es ahora la guerra olvidada. Poco se habla de ella y el Pentágono ha empezado la retirada. Afganistán, dicen sus opositores, es “la guerra de Obama”, aun cuando esta en realidad la inició George W. Bush con, según dijo el entonces presidente, “el apoyo del mundo entero”.
Nadie duda que Bush exageraba, pero también es cierto que su decisión de atacar contaba con gran respaldo dentro y fuera de su país, porque era en respuesta al ataque terrorista a Washington y Nueva York en 2001. Un año después su secretario de Defensa Donald Rumsfeld aseguraba que habían acabado con el Talibán y con Al Qaeda.
Pero aquí estamos, casi una década después, sin que se vislumbre ni remotamente el fin de ésta, la “otra guerra” que cuenta ya con la dudosa distinción de ser el conflicto armado más largo en la historia de Estados Unidos. Aún más prolongado que la guerra de Vietnam.
Pero aparte de su duración, Vietnam y Afganistán tienen poco en común. Una fue el resultado de aquella política de tratar de contener el comunismo en el sur de Asia, la otra fue la respuesta al único ataque que los estadunidenses han sufrido en suelo propio.
Estados Unidos salió derrotado de Vietnam y nunca se recuperó del trauma. Fue una guerra que dividió terriblemente al país, levantando pasiones y demostraciones nunca vistas aquí, mientras que en cambio Afganistán ha recibido poca atención del público, pero empieza a poner a prueba la paciencia de esta nación.
Según las últimas encuestas, la mayoría de los estadunidenses considera que no vale la pena seguir combatiendo en Afganistán y dos tercios de la población piensa que eventualmente las tropas del Pentágono se retirarán sin ganar.
La Casa Blanca por su parte ha dicho que planea empezar una etapa de transición en julio de 2011, cuando espera que el gobierno afgano asuma mayor responsabilidad en tareas de seguridad. Sin embargo, abundan los expertos que predicen que Estados Unidos aún seguirá en Afganistán para el 2020 y mucho después.
El conflicto en Afganistán es igual de impopular en el resto mundo, tanto que los países que integran la llamada Coalición empiezan a fijar sus propias retiradas mostrando así la poca confianza que tienen en que Estados Unidos saldrá bien librado de esta guerra, que ha ido de mal a peor.
Los Países Bajos ya anunciaron que retiran sus dos mil soldados a fines de este año; Canadá lo hará el verano que viene; Polonia sale en 2012, mientras que David Cameron, el primer ministro británico, ya dijo que quiere sus tropas de regreso en Londres para antes de las próximas elecciones en 2015.
En Washington, la actual administración ha declarado que esta es “una guerra por necesidad” y ha incrementado el número de soldados que combaten allá, pero tiene una carrera contra el tiempo, sin que se sepa ni remotamente cuál será el resultado de su estrategia. Lo que los expertos dan como un hecho es que la guerra seguirá y muy probablemente sin ganarse, para 2012, cuando el presidente quisiera ser reelecto.
Cuando las primeras bombas cayeron sobre Kandahar, Barack Obama era un senador desconocido en el estado de Illinois, no existía YouTube ni iPhone y tampoco había todavía llegado ni un solo soldado estadunidense a Irak. Marrocco entraba a la secundaria y soñaba con una larga carrera militar y en los deportes. Nueve años de una guerra son muchos. Ciento cinco meses son demasiados.
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