The U.S. and Latin America: A Need for Financial Reform

<--

Reforma financiera y globalización

Sergio Muñoz Bata

Contra viento y marea, el presidente Barack Obama, la mayoría demócrata y tres atrevidos republicanos finalmente lograron concertar una reforma financiera que, según la mayoría de los expertos, debería prevenir o por lo menos mitigar los efectos más dañinos de la próxima crisis. De poco sirvieron los 600 millones de dólares que los inversionistas de Wall Street gastaron en su cabildeo.

Es cierto que la reforma financiera aprobada tiene omisiones y defectos, pero también tiene claras virtudes. Por ejemplo, ordena el establecimiento de una oficina de protección al consumidor dedicada a prevenir abusos en préstamos y con tarjetas de crédito. Prescribe que en el caso de quiebra financiera de una compañía “demasiado grande como para no rescatarla”, serían los inversores y accionistas quienes cubrirían las pérdidas y no los contribuyentes. También establece niveles más altos de capitalización para los bancos, normas para disuadir a los especuladores e instituye nuevas regulaciones para las operaciones financieras con los llamados “derivados”.

Lo más complicado, sin embargo, está por venir, pues la ley les otorga a 10 agencias reguladoras la tarea de redactar cientos de normas financieras cuyo propósito es regular al complejo sistema financiero nacional. Sobre la marcha habrá que coordinar el trabajo de otras dependencias encargadas de monitorear las prácticas y formular reportes denunciando lo que no está funcionando y proponiendo enmiendas. Asimismo, habrá que concertar el trabajo del Comité de Vigilancia Financiera para prevenir peligros y las “burbujas” del porvenir.

Pero hay, además, otro elemento de la reforma financiera que es absolutamente crucial: acordar la coordinación y armonización de reglas de las instituciones bancarias y financieras globales.

“Idealmente -me dice Douglas Elliott, investigador de la Brookings Institution-, la coordinación debería ser mundial aunque lo más importante es que haya coordinación entre los principales centros financieros del mundo.” Y si esto es así, le pregunto, ¿qué tan importante es para Estados Unidos coordinarse con los países de América Latina?

“Hay partes de la reforma que no requieren de coordinación; por ejemplo, las referentes a la protección al consumidor. Pero hay otras, como los requerimientos de liquidez y capital de las entidades financieras que sí deberían ser coordinados. Eso nos beneficiaría a todos, porque una enorme porción del negocio de las finanzas es verdaderamente global y el resto resulta afectado indirectamente por la competencia global.”

¿Y en qué se beneficiarían los países latinoamericanos si armonizaran sus reglas con las de la reforma financiera americana?

“Todos estaríamos más seguros”, responde. “No sabemos cómo se presentará la próxima crisis financiera, pero bien podría explotar en aquellas áreas en las que los países latinoamericanos son más vulnerables.”

“Y no sólo eso”, me explica el economista guatemalteco Isaac Cohen, de largo historial en la Cepal, “debemos considerar dos factores importantes. El primero es que EE. UU. sumió al mundo en la crisis y ahora tiene la obligación de marcar el rumbo para salir de ella. El segundo es la propia gravitación de la economía americana en el mundo que lo obliga a asumir el liderazgo”.

Así las cosas, y aun cuando ningún país latinoamericano juega un papel principal en el primer nivel del mundo de las finanzas, es obvia la conveniencia de coordinarse y armonizarse con el resto del mundo, sobre todo para atraer más inversión de alta calidad a su país. “Panamá, por ejemplo -me dice Cohen-, es un importante centro financiero de América Latina por la gran labor que ha hecho coordinándose con el Departamento del Tesoro estadounidense para prevenir el lavado de dinero. Si quieres jugar en la cancha globalizada, tienes que cumplir con las mismas reglas.”

Y los que no quieran jugar en esta cancha, le agrego, pues tendrán que quedarse en la banca, porque en el mundo financiero de mañana ya no hay otro juego.

About this publication