En 1971, un pacifista llamado Daniel Ellsberg, que había obtenido documentos secretos sobre la guerra en Vietnam, tardó un año en lograr que The New York Times publicara los archivos. En ellos se demostraba que Estados Unidos estaba perdiendo la confrontación y que la Casa Blanca había cometido y ocultado numerosos errores. La filtración de los que se denominaron “los papeles del Pentágono” marcó un giro en la guerra y provocó un hondo debate jurídico.
Ahora, casi 40 años después, otro pacifista, el australiano Julian Assange, acaba de divulgar 90.000 documentos sobre la guerra de Afganistán que podrían marcar un punto de inflexión en algunos aspectos del conflicto. Esta vez, sin embargo, no se necesitó un año para convencer a nadie de publicarlos. La razón es que ahora existe Internet, y Assange tiene una página web, Wikileaks (Wikifiltraciones), que acaba de soltar la bomba. Prudentemente, sin embargo, quiso compartirla con tres respetables periódicos internacionales -The New York Times, el británico The Guardian y el semanario alemán Der Spiegel- a los que ofreció su exclusiva.
La importancia de la revelación es doble. Por una parte, el destape de una serie de hechos que muestran la connivencia entre los servicios secretos paquistaníes y los terroristas talibanes y ciertos graves errores cometidos por Estados Unidos y sus aliados en Afganistán. Por otra, la formidable capacidad de Internet para esparcir noticias en un mínimo de tiempo y un máximo de espacio.
La red global presta así un servicio a la transparencia, aun cuando sabemos bien que también puede alojar mentiras alarmistas, medias verdades y delitos como la pederastia. Sus efectos inmediatos desbordan la posibilidad de debates jurídicos, contextualizaciones y precisiones. Para todo ello la prensa tradicional sigue siendo clave, como lo demuestra el hecho de que Wikileaks hubiera acudido a esos tres pilares que son los periódicos mencionados.
En cuanto al contenido de los documentos, la sensación general que dejan es la de una guerra sobre la cual los ciudadanos no han sido suficientemente enterados. El período que cubren los papeles va de enero del 2004 a diciembre del 2009, es decir, el gobierno de George W. Bush hasta la antesala del de Barack Obama. Según los expertos, en los archivos propagados faltan episodios importantes y la mayoría de lo que se revela carece ya de trascendencia militar. Pero obliga a creer que ha habido muchas más bajas civiles que las que oficialmente se registran y aumenta las dudas sobre la ayuda de Pakistán, un vecino afgano que siempre ha estado bajo sospecha.
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