BP Could Be Worse

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Menos mal que ha sido BP

Admito una perversión: las grandes petroleras (Exxon Mobil, Shell, Chevron, BP y Total) me caen bien.

No es que me caigan bien por sí mismas. Me caen bien por la alternativa. Una alternativa formada por empresas muchísimo más grandes, mucho más corruptas, que no están sometidas más que al control del dictador de turno y que a menudo sirven para financiar a Estados corruptos (y creo que en España tenemos un excelente ejemplo de lo que pasa cuando una empresa está demasiado cerca del poder político… como han dejado claro las cajas de ahorros).

Esos monstruos son la venezolana PDVSA, la mexicana Pemex, la rusa Lukoil, la china CNOOC, o la saudí Saudi ARAMCO.

En realidad, el negocio petrolero no es un triunfo—o una aberración—del capitalismo.

Todo lo contrario. Es un triunfo—o una aberración—del estatismo. El 88% de las reservas mundiales de petróleo y el 52% de la producción están en manos de empresas públicas. Sólo Saudi ARAMCO tiene ocho veces más reservas de crudo que Exxon Mobil, BP y Chrevron juntas, según este estudio, aunque es posible que las cosas se hayan igualado mínimamente con el boom de las arenas bituminosas canadienses.

De hecho, dos tercios de las reservas y un tercio de la producción mundial de petróleo son controlados por un cartel, la OPEP, formado por 12 Estados de los que sólo uno—Ecuador—es plenamente democrático. A pesar de que esos 12 países llevan tratando de empujar al alza el precio del crudo desde hace cuatro décadas, ni uno ha salido del subdesarrollo.

Evidentemente, no todas las empresas estatales son iguales. Las empresas petroleras nacionales con autonomía operacional y estratégica, como la noruega Statoil o la brasileña Petrobras, aunque públicas, siguen modelos de gestión privada. No es ése el caso de las ‘petroleras nacionales’, como PDVSA, Pemex o Saudi ARAMCO, que funcionan en la práctica como gigantescos cajeros automáticos de sus países. O de CNOOC, que, en virtud de la legislación china, tiene el derecho a quedarse con el 51% de lo que obtengan en el Mar del Sur de China las empresas extranjeras que encuentren petróleo en él. No quiero ni pensar cómo va a quedar el susodicho Mar del Sur de China en unos años.

En ese contexto, monstruos chapuceros—como BP—casi inspiran compasión. ¿Se imagina alguien lo que hubiera pasado si el pozo ‘Macondo’ (sí, como el pueblo de ‘Cien años de soledad’) que es donde estaba la ‘Deepwater Horizon’ hubiera sido propiedad de una empresa estatal de un país que no fuera EEUU? En ese caso, no nos quepa duda, el incidente se habría convertido en un problema diplomático. Máxime si la empresa causante del accidente hubiera sido propiedad de algún Gobierno ‘antiimperialista’. Estaríamos ante boicots a productos de EEUU, amenazas con subidas de aranceles o sabe Dios qué.

Al menos, las grandes petroleras tienen que pelar con accionistas, grupos ecologistas, reguladores y políticos. A cambio, es cierto, tienen poder económico para hacer todo el ‘lobby’ del mundo. Pero, comparadas con las empresas petroleras estatales, su margen de maniobra es mucho más pequeño a todos los niveles.

Así que, paradójicamente, lo que ha pasado con la ‘Deepwater Horizon’ es lo menos malo que podía suceder, porque afecta a una de las empresas menos malas en uno de los países menos malos (a pesar del poder de las petroleras en EEUU).

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