Anti-American Laws

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Lugar de honor en mi escritorio ocupa un facsímil de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, que cuelga entre las banderas de varios estados norteamericanos. Algunas personas me han dicho que mi admiración por la Unión, entusiasta y hasta apasionada, es utópica, porque, dicen, que el Estados Unidos que venero es el de los Padres Fundadores, el país de Jefferson, Emerson y Whitman, un constructor intelectual que poco tiene que ver con la realidad de la Norteamérica actual. Algo tienen de razón, pero esa devoción es matizada y nunca me ha impedido ver los lados oscuros, que siempre hubo, ni he dejado de constatar que ese país ha retrocedido en algunos campos. Sin embargo, creo que todavía hay muchísimo de admirable en la gran república y eso hay que cuidarlo, más en estos tiempos que aparece gente empeñada en derruir sus mismos cimientos.

Fundamentalmente reverencio las instituciones jurídicas, morales, políticas y económicas que permitieron forjar el Estado más poderoso que ha existido. Pero no se trata, tampoco, de una simpatía basada en un racionalismo seco. Me encanta la música norteamericana (tanto Charles Ives como Bob Dylan), el bourbon y la parte encantadora del cine norteamericano. Ya he dicho que Estados Unidos es obra de la humanidad, a la que han concurrido grupos escogidos de todos los pueblos de la Tierra… empezando por los Padres Peregrinos. El mejor sistema universitario del mundo es un impresionante ejemplo de ello.

Por eso mi alarma ante las leyes SB 1070 y HB 2162 del estado de Arizona, que no son antiinmigrantes como se dice corrientemente, son antiamericanas, atacan uno de los pilares básicos de la sociedad estadounidense, como es la posibilidad de que los individuos, cualquiera sea su origen, lleguen a colaborar en la construcción de la gigantesca república. ¿Existiría Estados Unidos si estas normas se las hubiese aplicado a los pasajeros del Mayflower? ¿Qué diría el sheriff Arpaio, agencioso aplicador de estas reglas, si se las hubiesen aplicado a sus padres, inmigrantes italianos? ¿Qué tal si un escrupuloso empleado de migración no hubiese dejado entrar a Andrew Grove, el forjador de Intel, porque llegó con menos de diez dólares en el bolsillo? Más allá de lo anecdótico, asusta ver que otros estados se aprestan a imponer leyes similares, antiamericanas y, seguramente, inconstitucionales. Una tendencia creciente, asentada en el miedo, el prejuicio y la ignorancia, genera esta y otras manifestaciones de xenofobia e intolerancia. Aterroriza saber que muchos afroamericanos han plegado a estas ideas, ¡si los viera Luther King! Y nos espanta el creciente éxito de la gobernadora Sarah Palin, paradigma de un conservadurismo aldeano y de un populismo palurdo.

Si esta marea acaba por prevalecer, los norteamericanos del siglo XXI habrán cedido a la cobardía y al oscurantismo, en lugar de la audacia y las luces que acompañaron a la fundación y crecimiento del país. Y en el corto plazo, y en Latinoamérica, enajenará aún más la simpatía por las causas tradicionales de Estados Unidos. ¡No nos hagan eso!

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