Democrats on Road to Failure

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Camino de un naufragio demócrata en noviembre

A falta de dos meses y medio para las legislativas de noviembre, los estrategas demócratas están intentado afinar el el rol y el mensaje central de Obama de cara a las elecciones. Sin embargo, más que encontrar un discurso ganador, a estas alturas, su objetivo sólo puede ser minimizar la dimensión del desastre. Porque, a falta de un milagro, el Partido Demócrata se encamina hacia una sonora derrota.

El único argumento a su favor es la elección de candidatos atípicos, e incluso de alto riesgo, en algunas primarias republicanas, como Sharron Angle en Nevada, que ha resucitado las opciones de Harry Reid, el líder demócrata en el Senado. Sin embargo los otros factores, todos, van en su contra.

El que debería ser el más brillante sello de la presidencia Obama, la reforma de la sanidad, no ha subido su cotización pública tras su aprobación; las bases republicanas están en efervescencia y votarán en masa, mientras las demócratas se muestran apáticas, desengañadas con la guerra de Afganistán; el acalorado debate inmigratorio favorece, a corto plazo, a los republicanos; y encima, sólo faltaba que Obama se situara contra el 70% de la población en el asunto de la polémica de la mezquita cerca de la zona cero.

Ahora bien, todo ello podría verse compensado si el crecimiento económico, y la creación de empleo, hubiera resurgido con fuerza. Fue la crisis económica lo que impulsó a Obama a la presidencia, y el principal problema que los estadounidenses querían que resolviera. No obstante, las esperanzas respecto a una recuperación vigorosa se han desvanecido esta semana, pues se registró el peor dato de paro desde noviembre. Absolutamente todos los expertos pronostican una ralentización del crecimiento del PIB en el tercer y cuarto trimestre, a pesar de que fue ya sólo del 2,4% en el segundo. O sea, una catástrofe para las aspiraciones de los candidatos demócratas.

No es fácil determinar si esta situación es sobre todo culpa de la política económica del gobierno, pero eso poco importa, ya que así lo ve la mayoría de la población. Y de cara a noviembre, eso es lo que cuenta. Lo más probable es que los republicanos recuperen en la Cámara de Representantes los 39 escaños que necesitan para hacerse con el control de la institución. Lo del Senado, que sólo renueva un más o menos tercio de sus miembros, ya está más peliagudo.

Así pues, Obama deberá empezar a acostumbrarse en 2011 a lidiar con un Congreso dividido, lo que le obligará a negociar con los republicanos, y a realizar más concesiones para aprobar sus iniciativas legislativas. En principio, esto son buenas noticias para los conservadores. No obstante, algunos expertos señalan que su mejor escenario sería quedar a un puñado de escaños de la mayoría.

Y es que con el poder legislativo, llega la responsabilidad. Con una Cámara Baja republicana, sea quien sea el candidato presidencial conservador, no podrá culpar al presidente de todo lo que vaya mal, pues la responsabilidad será compartida entre ambos partidos. Además, Obama recibirá por parte de la izquierda una comprensión que ahora son sólo recriminaciones por falta de audacia y valentía. Quizás incluso se movilizará para reelegirle con la misma intensidad que en 2008.

De lo que no hay duda es que la política norteamericana está entrando en una fase apasionante.

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