Poisoned Tea Party

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Fiesta del té envenenado

Como la Historia se mueve por flujos y contraflujos, el movimiento liberal que llevó a Barack Obama a la presidencia de EE. UU. fue una reacción contra ocho años de conservadurismo de George Bush. Pero ahora surge, cada vez con más inquietante fuerza, una ola que se opone a los aires de libertad, tolerancia y apertura que ha significado la llegada a la Casa Blanca de un negro pacifista y demócrata.

Sería una torpeza negar el poderío de la manifestación que la ultraderecha republicana llevó a cabo el sábado pasado en Washington. Desafiante hasta en los símbolos -pues se realizó en el mismo lugar y el mismo día en que hace 47 años pronunció su más famoso discurso en pro de los derechos civiles el mártir afroamericano Martin Luther King-, la congregación reunió entre 80.000 y 100.000 ciudadanos, casi todos blancos, que acudían al llamado de “Recuperar el honor de Estados Unidos”… Los seguidores de Luther King, indignados, tuvieron que organizar sus celebraciones en otra parte.

Fue una exhibición de la más venenosa derecha, la que compone el sector llamado Tea Party (Fiesta del Té), en recuerdo del incidente anticolonial que para los norteamericanos equivale al florero de Llorente colombiano: banderas, himnos patrióticos, invocaciones religiosas y guerreras. Promovida por Glenn Beck, un influyente extremista cuyo programa por la cadena de televisión Fox es la biblia de la ultraderecha, la manifestación constituye un abrebocas de lo que podría ocurrir en las elecciones legislativas de noviembre. Mientras las directivas del Partido Republicano se muestran vacilantes y despistadas, la franja extremista parece capaz de conquistar hasta cinco candidaturas senatoriales para enfrentar a aspirantes demócratas.

Sería una calamidad para Estados Unidos que ello aconteciera. Se trata de un sector irresponsable que es capaz de decir -y, quizás, de hacer- cualquier cosa. Beck tachó a Obama de “imán” (jefe religioso musulmán) y afirma que no es cristiano, que es “antiamericano” y que su meta es conducir a Estados Unidos hacia el socialismo. En respaldo de Beck apareció en medio de vítores Sarah Palin, la derrotada ex candidata vicepresidencial, cada vez más encrespada de odios y sectarismo. El catálogo “ideológico” del Tea Party es simple y previsible: repudio al Estado, libertad casi total al capital, imperio de la religión, rechazo a la inmigración, desconfianza frente a negros, latinos y otras minorías, arrogancia militar y fanatismo patriótico. Esta fue la materia prima del aberrante espectáculo del sábado y lo será de algunas de las elecciones que vendrán en noviembre. Si la ciudadanía tolerante no reacciona, el resultado podría ser deplorable.

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