A los racistas, por el sentimiento de odio que los consume, les queda poca imaginación para generar ideas creativas y eficaces que ayuden a resolver las tareas que les han sido encomendadas. Si a esto le sumamos una estructura mental afectada por creer en la existencia de la razón absoluta (que por supuesto es la suya), es difícil que soluciones alternativas a las que tienen, permeen para ser escuchadas.
Esto le pasa a los racistas norteamericanos y peor aún, a los gobernantes y políticos republicanos que tienen en sus posiciones de poder, responsabilidades importantes para lidiar con los temas migratorios vigentes.
La lista de este tipo de personajes es larga. Por supuesto la encabeza la señora que gobierna Arizona, Jan Brewer. Pero muy cerca le siguen personajes como Rick Perry (gobernador de Texas) y Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska, y candidata derrotada a la vicepresidencia de Estados Unidos. En el primer caso, la tristemente famosa ley SB 1070 impulsada por Brewer, ha dado pie a que el gobierno federal norteamericano tome cartas en el asunto, haciendo que el resto del entramado burocrático se active también, provocando así una resolución favorable del Poder Judicial.
En el caso de Perry, con sus exabruptos, amenazas y decisiones, abre nuevos frentes para Barack Obama, al igual que para la administración del presidente Calderón. El gobernador de Texas ha solicitado reforzar la intervención militar del gobierno federal en la frontera, aumentado el número de personal de la Guardia Nacional y reclamando acciones emergentes para que el crimen organizado no “desborde” las fronteras.
Habría que recordarle a este gobernador que dos de las cuatro ciudades más seguras de Estados Unidos son Austin y El Paso, las dos en territorio tejano y la última precisamente en la frontera (colindante con Ciudad Juárez).
También habría que decirle que estudios recientes del prestigiado think tank Woodrow Wilson Center han concluido que la migración no es un factor que dispare el índice de inseguridad. Por el contrario, estados como Arizona (lleno de migrantes) tienen un índice de seguridad superior a la media de los Estados de la Unión Americana.
Finalmente, el caso de Palin sólo sirve para evidenciar el oportunismo político de explotar falsos sentimientos nacionalistas de una gruesa clase media conservadora, que además está mal educada y que actualmente no tiene incentivos para sentirse muy orgullosa de su país. Para su mala fortuna la hipocresía de los políticos en este sentido se evidenció hace tiempo, cuando el senador McCain exhibió su verdadera posición reaccionaria al respecto.
Por otro lado resulta alarmante que habiendo tantos mexicanos instruidos viviendo en prácticamente todas las ciudades importantes de Estados Unidos, no haya una estrategia articulada para tener presencia en los distintos espacios mediáticos que abordan el tema. Cientos de “voceros” potenciales deberían estar dando mensajes cotidianamente sobre los aspectos y datos duros que suman y aportan los migrantes, pero simplemente no aparecen.
Lo más preocupante es que la ausencia de información equilibrada hace que se exacerben sentimientos e ideologías radicales y surjan decenas de grupos irregulares que de hecho ya están operando en la frontera.
A todo esto, es justo reconocer los esfuerzos de la administración Obama por tratar de buscar alternativas menos agresivas e impulsar un discurso distinto, que por el bien de todos, debería empezar a ejecutarse y transmitirse con mayor eficacia cuanto antes.
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