Is the Romance Over?

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¿Termina el romance?

Si la condición para que los demócratas conserven sus mayorías en el Congreso es que en dos meses baje el desempleo a una cifra aceptable, lo único que le queda al partido del presidente Obama es tirar la toalla desde ahora. Resolver la maraña de problemas que su antecesor le dejó no es cuestión de meses ni de un par de años, pero el problema para los demócratas es que los votantes no ven la luz al final del túnel del desempleo y han perdido la paciencia.

Hace dos años, Obama hizo historia al ganar el 53 por ciento del voto, porcentaje impresionante para un candidato demócrata con una base partidaria del 35 por ciento. La hazaña fue posible porque una novedosa coalición de jóvenes, mujeres, latinos, negros y blancos con mayores índices de educación se fascinaron con el mensaje y el carisma de Obama. Hoy, sin embargo, el apoyo al presidente entre los miembros de esta coalición ha venido a menos y sólo los afroamericanos siguen tan firmes como en noviembre del 2008.

Curiosamente, Obama sigue siendo el político más popular en el país, con un índice de aprobación que ronda el 45 por ciento, y los demócratas siguen teniendo un mayor grado de aceptación entre los votantes que los republicanos, 36 vs. 30 por ciento, pero la elección intermedia la decidirán los independientes, y la mayoría de estos están inconformes o con la actuación del Presidente o con la de la mayoría demócrata en el Congreso o con ambos.

Otro factor que actúa en contra del Presidente y su partido es que, por regla general, en las elecciones intermedias se reduce en un 26 por ciento el número de votantes. Es decir, van a votar las bases duras de cada partido y los que se sienten agraviados y quieren castigar con su voto a quienes a su juicio son los causantes de su agravio.

Muchos votantes desilusionados piensan que ni el Presidente ni la mayoría demócrata en el Congreso han mostrado su disposición de trabajar constructivamente con la oposición. En este sentido, creen que un gobierno dividido en dos partes más equitativas obligaría a los dos partidos a gobernar consensuadamente.

Obama ha tratado de todas las formas posibles de convencer a los votantes de que el problema es que a los republicanos en el Congreso no hay proyecto que les parezca correcto. Yo pienso que la evidencia contra los republicanos es abrumadora, pero esta no es la percepción de los votantes independientes, que son quienes tienen el poder para decidir esta elección. Las encuestas muestran que para muchos de los electores el Presidente y su partido erraron al no aplicarse desde el principio de su gestión a resolver el problema que más los afecta directamente, el desempleo.

La semana pasada, Obama solicitó al Congreso la aprobación de un nuevo programa de inversión para utilizarlo en obras de modernización de la infraestructura que crearían nuevos puestos de trabajo. El problema es que se requiere la aprobación del Congreso, y a dos meses de la elección es imposible que se llegue a un acuerdo. También ha propuesto el Presidente un paquete de reducción de impuestos a las empresas que creen empleos, y aunque los detalles de la propuesta apenas serán dados a conocer esta semana, se sabe ya que por lo menos un millón y medio de compañías podrían beneficiarse con esta medida. El guiño inicial de aceptación del proyecto del líder de la minoría republicana en el Congreso, John Boehener, podría augurarle éxito al proyecto, pero nada sucedería antes de la elección.

Irónicamente, la controvertida carrera política de Boehener, quien se convertiría en el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes si los republicanos la ganan, le ha servido a Obama para intentar asustar a los votantes mostrándolo como un político cuya agenda obedece a los intereses de las grandes corporaciones bancarias, financieras, tabacaleras y petroleras, no de la gente que hoy no tiene empleo y no puede ganarse el sustento.

Las pruebas contra Boehener son fehacientes, pero ¿serán suficientes para revertir una tendencia a menos de dos meses de la elección intermedia?

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