The Pastor and the Koran

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=== El pastor y el Corán ===

El noveno aniversario del atentado de Al Qaeda contra las Torres Gemelas de Nueva York, que se conmemora hoy en Estados Unidos, ha estado precedido de una encendida controversia mundial. Terry Jones, un desconocido pastor pentecostal de Gainesville (Florida), amenazó hace varias semanas con la quema de ejemplares del Corán el mismo día del cruento ataque.

Después de varios ires y venires, donde el religioso anunció que reculaba, al escribir estas líneas no hay claridad sobre si Jones encenderá su fogata con el texto sagrado de los musulmanes.

Que el líder de una diminuta iglesia extremista de no más de 50 feligreses haya puesto a la defensiva a la Casa Blanca y desatado violentas protestas en Afganistán e Indonesia es otra muestra de las explosivas sensibilidades globales que despierta el tratamiento del islam, nueve años después del 11 de septiembre del 2001. A esto se añade que, por primera vez, el aniversario del atentado y el fin del mes sagrado del Ramadán coinciden. Las dificultades para los gobiernos democráticos y los medios de comunicación en abordar los distintos aspectos de la religión musulmana, en sus versiones moderada y fanática, no son recientes: en el 2005, la publicación de una caricatura del profeta Mahoma en un periódico de Dinamarca generó disturbios en países islámicos, con un saldo de 100 muertos. El gobierno francés y otros Estados europeos han instaurado la prohibición a las mujeres de origen islámico del uso de la burka, que les cubre el cuerpo entero, en espacios públicos y escuelas.

Hace pocas semanas, la intención de construir una mezquita y un centro cultural a pocas cuadras de las ruinas de las Torres Gemelas en Manhattan ha disparado en Estados Unidos un ruidoso debate sobre la libertad religiosa y el respeto a las víctimas del atentado. El rechazo a la amenaza del pastor de Florida ha sido generalizado. Las Naciones Unidas, el Vaticano, la Casa Blanca y otros líderes han repudiado este acto de intolerancia e innecesaria provocación, que tiene ecos de fascismos de antaño. El presidente Obama, a quien el 25 por ciento de sus gobernados lo considera erróneamente musulmán, afirmó: “Podemos llamar a Dios con diferentes nombres, pero somos una única nación”. Además de constituir una grave ofensa que hiere a toda una fe religiosa, la quema de libros del Corán en territorio estadounidense se convertiría de inmediato en una poderosa arma de reclutamiento para bandas extremistas como Al Qaeda y para jóvenes suicidas en Oriente Medio y Afganistán.

A pesar de que el pastor Jones no es más que un fanático que no representa sino a un puñado de racistas, sería ingenuo negar la existencia de un sentimiento de rechazo al islam, al menos en Estados Unidos. Una encuesta del centro Pew mostró que en agosto pasado sólo el 30 por ciento de los estadounidenses tiene una opinión favorable del credo musulmán y el 55 por ciento reconoce no saber nada y casi nada de los seguidores de Mahoma. No sorprende, entonces, que surjan xenófobos como Jones, con ganas de explotar estas altas dosis de miedo e ignorancia.

Nueve años después de las inauditas imágenes del colapso de las dos torres, las consecuencias globales que los analistas inicialmente predijeron han sido más profundas y drásticas.

Varias naciones europeas no sólo sufrieron atentados, sino que también han modificado sus posturas tolerantes al islam. Afganistán, el centro de operaciones de Ben Laden en el 2001, continúa con presencia militar de Estados Unidos y es hoy considerada la ‘guerra de Obama’. Y la inmensa mayoría de musulmanes de los países de Occidente que cumplen con las leyes y profesan su religión en paz están en la mira de los populistas e intolerantes.

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