U.S. and China: A “Silent” Strife

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La competencia estratégica entre Estados Unidos y la República Popular de China ha cobrado intensidad en los últimos meses en la región, que la última debe

controlar si quiere hacer el salto cualitativo a potencia mundial. No la tiene fácil porque, en la administración Obama, Asia Pacífico ha recuperado la

importancia que merece al interior de la Secretaría de Estado, del Pentágono y de la oficina del Representante Comercial.

Desde el comienzo del verano que ahora termina, Estados Unidos se ha involucrado en temas que para los chinos y sus vecinos tienen un carácter regional

exclusivo y que son considerados vitales para su supervivencia y crecimiento. Tres acciones de política exterior resaltan esto: las declaraciones por parte

de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en el sentido de que para los norteamericanos la mediación en la disputa sobre las islas Spratly y Paracel

ahora se configuraba como parte de su interés nacional; los ejercicios militares que realizó junto con Corea del Sur como parte de la disuasión a su vecino

del norte para que deje su programa de armas nucleares, acciones que tienen una naturaleza demostrativa para los demás países de la región; y el levantamiento

de la prohibición de cooperación militar con unidades de fuerzas especiales de Indonesia, sancionadas en el pasado por su registros de violaciones a los

derechos humanos, pero que hoy cobran relevancia para Estados Unidos si quiere asentarse en el Estado musulmán más grande del mundo y cuya localización

geográfica permite el control comercial y militar de toda la zona del Sudeste Asiático.

Por su parte, China realizó ejercicios militares con su Fuerza Aérea que involucró alrededor de 12 mil hombres, aviones espía, jets de combate y helicópteros

en franca demostración de su capacidad bélica. Rechazó enérgicamente las declaraciones de la secretaria Clinton y anotó que el tema del mar del Sur de

China es un asunto de consolidación de su territorio –en sintonía con los intereses energéticos, alimentarios y geoestratégicos que representa esta zona

del Pacífico– y para la cual, por ejemplo, anunció planes de desarrollo turístico en las islas en disputa y advirtió a las petroleras occidentales para

que se abstengan de elaborar contratos de exploración y explotación con Vietnam. Por último, también se ha acercado a Indonesia para fortalecer sus vínculos

económicos y militares y así ganar un aliado estratégico y hacer contrapeso a las políticas de Washington.

Para los países del Este de Asia este enfrentamiento, que por ahora es pacífico, es una realidad, aunque no desean tomar partido en una situación de antagonismo

directo. Los dos poderes están moviendo sus fichas en el ajedrez regional de cara a lograr impedir que el otro aumente su capacidad de influencia y control.

A pesar de su escasa relevancia en nuestros medios de comunicación, esta realidad mundial desborda nuestro tradicional parroquialismo y tarde o temprano

llegará hasta nuestras puertas porque la competencia se irá desarrollando en subregiones o microrregiones hasta alcanzar un carácter global.

Y, tal vez, ya está llegando. ¿Para alguien es una coincidencia el hecho de que, al tiempo de que el acuerdo con los Estados Unidos sobre el uso de las

bases militares se cayera por concepto de la Corte Constitucional, China anunciara una donación por un millón de dólares para usarse en aspectos logísticos

de nuestras Fuerzas Militares y se anunciaran entrenamientos y formación conjunta? Más que coincidencias, Colombia ya está inserta en estos enfrentamientos

y su Cancillería debe estar atenta a cómo se están llevando a cabo para poder tomar las mejores decisiones para el país.

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