After Joshua

<--

Son los últimos compases de una entera etapa presidencial. Las elecciones legislativas del 9 de noviembre, en las que se renueva un tercio del Senado y la entera Cámara de Representantes, dejarán con gran probabilidad a Barack Obama sin mayorías para seguir gobernando con apoyo parlamentario, algo que las urnas suelen hurtar a los presidentes que lo tienen justo a los dos años de iniciar su presidencia. Los extensos poderes presidenciales permiten gobernar sin legislar con el Congreso, pero dentro de unos límites, especialmente acotados cuando se trata de aprobar los presupuestos. Así es como los republicanos intentarán ahogar al Gobierno de Obama, como hicieron en 1994 con Bill Clinton, al que obligaron a cerrar la Administración pública por falta de liquidez para pagar los gastos corrientes.

George W. Bush pudo contar con una mayoría republicana en las legislativas de 2002, tras los atentados del 11-S, gracias a que dirigió la campaña como presidente en guerra, lo contrario de un presidente en crisis económica, como es Obama, a la hora de mantener altos niveles de adhesión. Las segundas elecciones de mitad de mandato de Bush, en 2006, ya fueron el desastre que cabía prever sobre todo después del huracán Katrina. Empezó el pato cojo, una amenaza que pesará ahora sobre Obama si no sabe acomodarse a esta nueva etapa en la que se jugará la eventualidad de renovar su mandato presidencial en 2012.

Obama ha empezado a prepararse para después de noviembre. También un buen puñado de colaboradores suyos, que han preferido buscarse la vida antes de que el previsto desastre electoral les obligue a hacerlo precipitadamente. Rahm Emmanuel, su jefe de Gabinete, ya se ha ido. También se ha dispersado parte de su equipo económico: Lawrence Summers, Catherine Rommer y Peter Orszag. Se da por segura la marcha de David Axelrod, el estratega en jefe. Y su secretario de Defensa, Robert Gates, heredado de Bush, insinúa su inminente partida. Hillary Clinton, la secretaria de Estado, que se ha impuesto como auténtico número dos del Gobierno, por encima del vicepresidente Biden, busca cada vez más los focos: podría tener un nuevo papel en la próxima etapa, pero hay pocas dudas de que quiere la vicepresidencia para 2012 y quizás la candidatura presidencial para 2016.

Barack Obama pertenece a la generación de Josué, según expresión del director del semanario The New Yorker, David Remnick, en un artículo que luego convirtió en la primera y más brillante biografía del actual presidente de Estados Unidos, El puente, que llega ahora a las librerías españolas. La historia bíblica es bien conocida: Moisés no llegó a pisar la tierra prometida. Fue su hermano más joven Josué quien culminó la travesía del desierto hasta conducir al pueblo de Israel a su destino. Martin Luther King, el líder de los derechos civiles asesinado en 1968, fue también el Moisés que dirigió al pueblo extraviado, pero quien como Josué le hizo alcanzar la libertad han sido Barack Obama y su generación. El símbolo de donde arranca esta historia es el puente de Selma, donde King encabezó una manifestación pacífica en 1965 que terminó con una durísima represión y él mismo en la cárcel.

Para entender quién es Obama y la dimensión de su victoria, Remnick ha tenido que desarrollar un variado friso de historias: la del movimiento de los derechos civiles, la descolonización en Kenia, la vida política de Chicago, los presidentes esclavistas, la religiosidad afroamericana, su currículo académico en Columbia, Chicago y Harvard, el desarrollo de un género literario típicamente afroamericano como son las memorias de emancipación, el caucus parlamentario afroamericano, Clinton y sus amigos, la Casa Blanca por dentro, y finalmente la candidatura demócrata, las primarias, la convención demócrata y la campaña. Pocas cosas han escapado a su ojo crítico, que ha fabricado esta narración con gran sentido del ritmo y de la tensión, magnetizado por la envergadura del acontecimiento histórico del que es testigo de primera mano.

Obama no habría alcanzado la presidencia si EE UU no estuviera lleno de obamas, jóvenes afroamericanos orgullosos de sus orígenes, instalados en una mentalidad abierta y post-racial, sin la ira de los oprimidos y con responsabilidades en el timón de las colectividades, ciudades, empresas y el país mismo. Sus dos primeros años arrojan un balance sustancioso aunque polémico: reforma sanitaria, estímulos económicos contra la crisis, reforma de Wall Street, retirada de Irak y, sobre todo, cambio de la imagen de EE UU en el mundo; pero su éxito histórico es todavía la superación definitiva del puente que separaba a los americanos por el color de la piel. Es tal la envergadura de su hazaña que se hace difícil pensar que Josué se supere a sí mismo y sea capaz de imponer en el futuro un nuevo y más poderoso perfil presidencial.

(Fe de errores: el hermano de Moisés era Aarón; Josué fue su sucesor en la conducción del pueblo de Israel, pero no tenían relación alguna de parentesco. La escritura periodística produce estas malas jugarretas que no tienen excusa. Lo lamento).

About this publication