There Once Was a Racist Prom in Mississippi

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Había una vez un baile racista en Mississippi

Escuela hacía un prom de negros y otro de blancos, hasta que intervino una estrella de Hollywood.

Un documentalista canadiense exploró las raíces del prejuicio racial en en un pueblo sureño de 2.000 habitantes, en EE. UU., la patria chica del famoso actor de cine Morgan Freeman.

La escuela secundaria de Charleston es la única secundaria pública de esa pequeña ciudad de Mississippi. Sus pasillos, como todo el pueblo, muestran una población mayoritariamente negra, que comparte con los blancos virtualmente todos los escenarios.

Todos, excepto el baile de graduación. Cuando hay un partido de los Tigres (el equipo escolar de fútbol americano), los jugadores blancos y negros oran juntos antes de salir al campo de juego.

En las graderías, porristas blancas y negras entonan al unísono los mismos cantos. Unos y otras visten orgullosos los colores azul y amarillo de la institución.

Pero al terminar cada año, en Charleston se celebraban dos bailes de grado: uno para los estudiantes blancos y otro para los negros. Nadie sabe explicar muy bien por qué, pero siempre fue así.

O al menos, hasta que el actor estadounidense Morgan Freeman decidió visitar el pueblo en el que vivió y estudió.

Confrontado con la realidad de las dos fiestas, ofreció a los estudiantes pagar de su bolsillo el costo de realizar el prom, siempre y cuando este fuera integrado.

La odisea de llevar un concepto nuevo a un pueblo de 2.000 habitantes, en uno de los condados más pobres del país y en donde miembros del Ku Klux Klan colgaron a docenas de negros a comienzos del siglo XX, es relatada por el cineasta canadiense Paul Saltzman, que acompañó a Freeman en el ofrecimiento y siguió a los estudiantes que acogieron la iniciativa y a los padres que se resistieron.

El resultado es Prom Night in Mississippi ( Fiesta de grado en Mississippi ), un documental que se transmite actualmente por la cadena de cable HBO para América Latina.

Resistencia al cambio

Desde su casa en Toronto (Canadá), Saltzman le contó a EL TIEMPO: “Cuando la escuela fue integrada, más o menos la mitad de los estudiantes blancos se pasó a una academia privada para seguir con su educación separada. Esa academia todavía existe. Los blancos que siguieron en la escuela integrada no querían que sus hijos fueran a una fiesta integrada con los negros y crearon un prom blanco”.

Agrega: “En respuesta a eso, los negros también crearon su prom. Sin embargo, el prom negro nunca fue segregado, podías ir si eras blanco, pero casi nadie lo hizo. Sabemos de uno o dos que lo hicieron porque todos los demás temían ser rechazados por sus amigos”.

La resistencia al cambio es un factor endémico en Charleston. A pesar de que un fallo de la Corte Suprema les ordenó integrarse a todas las escuelas públicas del país en 1954, la secundaria local se negó tajantemente a admitir alumnos negros hasta 1970, es decir, 16 años después.

Freeman ya había hecho la oferta hace once años, cuando fue rechazada. Por eso esta vez arremetió contra el Distrito Escolar, para abogar por el derecho de los estudiantes a decidir. “Una cosa es la tradición -le dijo al presidente de la Junta Escolar-, pero otra es la idiotez”.

La fuerza del documental está en la manera como retrata el racismo, a través de la mirada de los estudiantes, para quienes resulta un fenómeno ajeno, heredado de sus padres y que muchos reproducen, pero pocos entienden.

“Mis padres son racistas, pero los amo y acepto el hecho de que son racistas”, relata -con el rostro distorsionado, para proteger su identidad- un estudiante blanco que se mostró de acuerdo con la idea, pero temía expresarlo. “Son lo opuesto a mí y quizá por eso no entienden cómo pienso”.

Para la mayoría, se trataba sencillamente de un asunto de lógica. Chasidy Buckley, una estudiante de la promoción que realizó el prom integrado, dice: “Vamos al colegio juntos y nos la llevamos bien, nunca entendí cuáles eran las preocupaciones. Es el siglo XXI, ¿por qué íbamos a tener la misma actitud que existía hace 50 años?”.

Su actitud se vio validada por la posición de Freeman, que sentenció: “Mientras el asunto lo manejen los jóvenes, todo saldrá bien”.

Huellas profundas

El prom se realizó con éxito. Pero el camino hacia la verdadera integración de sociedades históricamente divididas es a menudo largo y difícil. Saltzman relata: “Ciertamente, el hecho de que haya un prom integrado ha cambiado al pueblo. Cuánto, no lo sé”.

El experimento se repitió con éxito el año pasado y eso alimenta las esperanzas de quienes creen que el cambio es posible. Este año, una nueva generación de jóvenes está por graduarse en Charleston y se ha programado que se efectúe un nuevo prom integrado.

Pero las raíces del racismo no son fáciles de extraer. Saltzman cuenta: “El prom blanco todavía existe, porque unas 20 familias no quisieron dejar ir a sus hijos a la fiesta integrada. Uno de los puntos más irónicos es que la razón que los padres blancos dan para no querer que sus hijos vayan es el miedo al sexo, la violencia y las drogas. Pero si ves el documental, notarás que el prom integrado salió de maravilla, pero hubo una pelea en el prom blanco. Esa es la ironía del comportamiento humano”.

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