Drugs Are a Gringo Business

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SOY ADICTA. DURANTE MUCHOS años fui esclava del alcohol y la cocaína.

La marihuana no me gustó porque me sentía apelotardada. El bazuco no alcancé a conocerlo. Me salvé de morir, quedar loca o vivir en la calle gracias a Dios, mi familia, terapistas y Alcohólicos Anónimos. Esto, y un poco de buena voluntad, humildad y reconocer mi enfermedad. Trabajo mis veinticuatro horas. La adicción es una enfermedad que hace flexiones en el cerebro mientras duermo y tengo que estar alerta cada día.

Tal vez por ser adicta y haber vivido ese infierno, me opuse tenazmente a la legalización de las drogas. Pero a través de los años, de trabajar en Centros de Rehabilitación, de asistir a entierros de personas que sucumbieron a sus garras, he cambiado de parecer. Me explico: la lucha contra las drogas es un negocio rampante de los Estados Unidos y ciertos países europeos. Si no hay lucha no hay venta de armas. Si se acaba la guerra y se legaliza, se terminan multinacionales de traficantes. La paz no es negocio.

Es aberrante ver en Ámsterdam un museo dedicado a la marihuana mientras aquí ponemos los muertos y los envenenados por las fumigaciones. Las tierras arrasadas. Es aberrante saber que desde hace décadas California produce exclusivas variedades de marihuana y ahora simplemente quiere legalizarla porque tiene miedo de que la violencia mexicana se les acerque demasiado.

No cabe la menor duda de que el alcohol es una droga líquida. La que más muertes causa por accidentes, cirrosis hepáticas, pancreatitis y deterioro neuronal. Pero el alcohol se vende libremente porque EE.UU. y Europa manejan las riendas. El tabaco atasca pulmones y ahoga. Pero es de venta libre. Simplemente en las cajetillas ponen Smoke kills. Las multinacionales americanas y europeas manejan el dinero. Además son los países que venden las armas para que por acá los latinoamericanos nos matemos como moscas y sigamos llenando de sangre nuestro suelo.

Jamás he asistido a muertes masivas por consumo de cocaína o marihuana. Lamentablemente, sí a decesos puntuales. Lo contrario de las víctimas del alcohol. La más perversa, sinuosa y tenebrosa de las adicciones. Pero sigamos bebiendo “legalmente” mientras nos arriesgamos a estar encanados si fumamos hierba.

De acuerdo totalmente con el presidente Santos en revaluar la política contra las drogas “ilícitas”. El que quiere consumir lo seguirá haciendo. Los traquetos y los capos casi nunca consumen. Son ajusticiados si los agarran con el cacho en la boca o con la nariz blanca. Ojalá todos los países de este continente se unan, pierdan el miedo y se pronuncien al respecto de forma categórica. Es el momento, más vale tarde que nunca, de cambiar la mirada hacia el negocio. Pareciera que los muertos latinos importaran un carajo, mientras jamás cae ningún traficante made in USA. Lo importante es que Colombia incluya en su plan de salud los centros acreditados de rehabilitación. Porque esto es un problema de salud pública. Como el cólera o la diabetes. Acabar con los centros piratas y de garaje que pululan como hormigas arrieras, precisamente porque no existe ninguna legislación al respecto. Me gustaría escuchar qué opina el senador Benedetti al respecto, o qué sugiere el doctor Miguel Bettin, una de las máximas autoridades en materia de la enfermedad de la adicción. Presidente Santos: usted no está solo.

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