Filtering Dirt

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Los datos de la organización Iraq Body Count, dedicada a registrar las víctimas de la guerra de Irak, calculaban que entre el 2003 y lo que va del 2010 se produjeron entre 98.585 y 107.594 muertes de civiles. Muchos consideraban exagerada la cuenta. Pero el sábado pasado cayó como una bomba la confirmación de que la cifra real puede ser aún peor. Sobre todo porque la fuente son los archivos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.

Wikileaks (Filtraciones Wiki), blog dedicado a divulgar documentos secretos, derramó en internet 391.832 documentos del Pentágono referentes a la invasión de Irak por tropas estadounidenses y aliados suyos. Ya antes lo había hecho. Ahora, los datos hablan de 109.032 muertes entre el 2004 y el 2009: de ellas, 66.081 corresponden a civiles, 23.894 a “insurgentes”, 15.196 a militares iraquíes y 3.771 a soldados de la coalición. En otras palabras, dos de cada tres muertos son ciudadanos corrientes (15.000 más que lo calculado para ese periodo por Body Count), más del doble que “soldados enemigos” o terroristas y cuatro veces la suma de militares iraquíes. La matanza de civiles ha sido gigantesca y las bajas de personas inermes es mayor que la de combatientes de toda índole.

Pero los documentos revelan más que números. Allí aparecen cientos de abusos: fusilamiento desde un helicóptero norteamericano de unos rebeldes que se entregaban con las manos arriba, entrada a sangre y fuego a una casa donde solo aparecieron niños muertos, homicidios cometidos por mercenarios de la multinacional Blackwater, confirmación y encubrimiento de torturas y, en fin, abrumadores episodios con fecha, lugar y detalles.

La reacción de Washington ante las denuncias divulgadas por Wikileaks y su director, el bloguero Julian Assange (que vive escondido en Londres), se limita a decir que son ilegales y ponen en peligro a sus soldados. Pero ni el asomo de una investigación ni una palabra de disculpa. En cambio, el viceprimer ministro británico, Nick Clegg, ha ido más allá. Lamenta, sí, la propagación de documentos secretos, pero reconoce que los hechos destapados son “extraordinariamente graves”. Esto es lo que importa de veras. Lo primero es un mero tecnicismo, pues de no haber sido por Wikileaks, quizás jamás habríamos podido medir la suciedad de esta guerra ilegal.

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