Weakened Obama

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El resultado de las elecciones legislativas estadounidenses ha confirmado los pronósticos: el Partido Republicano se hace con el control absoluto de la Cámara de Representantes, mientras que los demócratas mantienen una ajustada mayoría en el Senado. El presidente Barack Obama ha sufrido un serio revés que no difiere, salvo en grado, del que hubieron de enfrentar predecesores como Clinton o Reagan; está dentro de la tradición de Estados Unidos que las elecciones de mitad de mandato sean la ocasión para que los ciudadanos expresen su malestar.

Pero en el caso de Obama llama la atención la rapidez con que se ha producido su desgaste político. Sin duda, ha sido víctima de la terrible crisis económica iniciada antes de su llegada a la Casa Blanca. A ello se ha unido un estilo de gobierno en el que algunas de las reformas emprendidas, imprescindibles para afrontar la crisis y evitar en lo posible recaídas futuras, se han interpretado por amplios sectores ciudadanos como indiferencia hacia sus problemas más inmediatos, entre los que el paro -casi el 10%- ocupa el primer lugar. El vapuleado presidente parece haber tomado nota de los puntos débiles y de la frustración de sus compatriotas, a juzgar por su comparecencia de ayer. Obama reconoce que falta eficacia en la lucha contra el paro y se muestra dispuesto a escuchar nuevas ideas y buscar terrenos comunes con los republicanos, también a propósito de su controvertida reforma sanitaria.

Un factor nuevo que ha contribuido al apagón presidencial ha sido el fenómeno del Tea Party, configurado a partir de la derrota republicana en las elecciones de 2008 y articulado sobre una figura hasta entonces marginal como Sarah Palin. Más allá de la victoria de ese movimiento en algunas circunscripciones, su creciente relevancia radica en su demostrada capacidad para radicalizar la agenda política, apoyándose en medios de comunicación afines. Desde la irrupción del Tea Party, Obama se ha visto forzado a abandonar sus iniciales intentos de adoptar iniciativas bipartidistas. El Partido Republicano, por su parte, se ha resignado a seguir la estela de los ultraconservadores.

Los resultados de este martes de noviembre, con una Cámara de Representantes bajo absoluto control opositor, hacen prever una parálisis legislativa que podría marcar el final del periodo reformista de Obama. Falta por ver sus efectos sobre la política exterior, aunque las perspectivas no son esperanzadoras. Las estrategias adoptadas por la Casa Blanca en los asuntos más espinosos heredados de Bush son difíciles de desarrollar sin un consenso interno. El pragmatismo recuperado por Barack Obama podría dejar paso de nuevo a una política exterior fuertemente ideologizada.

El presidente de EE UU dispone de tiempo para reaccionar y aspirar con posibilidades a la reelección, en dos años. Lo que no es seguro, en cambio, es que disponga de suficiente margen político.

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