Bush, Obstinately

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Si el objetivo de George Bush con la publicación de su libro de memorias “Decision Points” y la consiguiente ronda de entrevistas de promoción del mismo era rehabilitar su maltrecha imagen entre la sociedad estadounidense, dudo mucho que lo consiga.

Para ello, el ex presidente debería o bien aportar nueva información sobre su presidencia que pueda variar el juicio que merecieron sus decisiones, o al menos mostrar algún tipo de arrepentimiento sobre sus más controvertidas políticas. Sin embargo, no hace ni una cosa ni la otra. Sus memorias son más bien redundantes, y autocomplacientes.

Poca información nueva aporta “Decision Points” sobre su presidencia. En cambio, sí desvela algunas anécdota curiosas sobre su vida privada, como la pregunta que le hizo a una amiga de su madre en plena borrachera sobre “¿cómo es el sexo después de los 50?”.

En cuanto a sus decisiones políticas, es ridículo que a estas alturas Bush continúe insistiendo que el “waterboarding” (o el “submarino” en tierras de habla hispana) no es una tortura. Por mucho que sus abogados le dijeran en su momento que era una práctica legal, cuesta creer que el ex presidente fuera tan estúpido como no saber que le mentían.

En todo caso, aún y cuando eso pudiera ser verdad, ahora ya Bush debe haber escuchado alguna vez que el ejército estadounidense denunció como tortura el “waterboarding” cuando los militares japoneses lo practicaron a sus prisioneros de guerra en la II Guerra Mundial.

Por lo tanto, se necesita ser un hipócrita y un cobarde, además de un caradura de cuidado, para continuar argumentando en televisión que el “waterboarding” no es una tortura. ¿Qué es lo que nos intenta decir Bush, que sólo es tortura cuando lo sufren los ciudadanos norteamericanos, pero no cuando son ellos quienes lo practican?

Si el ex presidente considera que es legítimo el uso de la tortura en la lucha contra el terrorismo, pues que lo diga abiertamente, y ése será el debate moral que tendremos. Pero es insultante que nos repita la misma cancioncita cuando todos los expertos en derechos humanos coinciden valorar el “waterboarding” como un maltrato.

Probablemente, Bush no se da cuenta de que estos comentarios sólo sirven para ensuciar la imagen de EEUU. Una de las cosas que más se le echa encara a la única superpotencia mundial es su doble vara de medir las acciones de sus tropas, o sus aliados.

Esta misma semana hemos visto el enésimo ejemplo. Mientras en 2006, se optó por bloquear a Gaza y aislar a Hamas, entre otras cosas, por no suscribir la famosa Hoja de Ruta, a Israel sólo se le “castiga” con una pequeña reprimenda verbal cuando la viola de forma flagrante construyendo nuevos asentamientos. Y nadie en Washington ni tan siquiera se plantea tocar los cerca 3.000 millones de dólares anuales de ayuda que sus contribuyentes envían a Israel.

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