Hope Has Died, Not Change

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Murió la esperanza; no el cambio

Las recientes elecciones en EEUU fueron un referendo para Obama, pero los republicanos no deberían sentirse tan exultantes como para olvidar que sus políticas de ocho años hegemónicos en la Casa Blanca, fueron las causas de muchas de las consecuencias actuales.

Ricardo Trotti – especialista en libertad de prensa y ética periodística, Miami EEUU

“Esperanza” y “Cambio” fueron los lemas de campaña más populares de la historia electoral de EEUU, enarbolados por Barack Obama. Aquel vigoroso mensaje de fe y transformación cambió el mapa político de entonces y catapultó al actual presidente al estrellato. Fue consentido por las minorías desdeñadas del país y la simpatía de otras naciones, independientemente de si fueran aliadas o enemigas.

Obama representó la expectativa de modificar las políticas domésticas, y en especial las externas amasadas por George Bush. Al comienzo de su presidencia gozó de la euforia de grupos poco tenidos en cuenta, los jóvenes, los hispanos, los negros, los pobres y las mujeres, además de poblaciones y gobernantes de puntos tan lejanos en lo ideológico y geográfico como Cuba, Irán y Japón, o desconocidos como Turkmenistán.

Dos años después, el mensaje del electorado fue contundente. El tiempo y las promesas incumplidas desvanecieron la esperanza y ahora se pretenden cambios reales -no solo retóricos- en el Gobierno estadounidense. Y aunque no se trató de elecciones presidenciales, fueron un referendo sobre el mandato de Obama. De ahí que a pocas horas de la derrota la aceptó como suya, en un mensaje por Twitter: “Lo que los estadounidenses esperan -y lo que le debemos- es enfocarnos en los asuntos que los afectan: sus trabajos, su seguridad y su futuro”.

Las deudas acumuladas de Obama fueron muchas a lo largo de sus dos primeros años. Ninguna tan importante como la falta de creación de empleos y la inseguridad económica que dieron vuelta el electorado a favor de los republicanos, quedándose con el liderazgo de la Cámara de Diputados y varias gobernaciones, consejos y alcaldías, bastiones históricos de los demócratas, así como con la simpatía de minorías que antes ellos también ignoraban.

Cuando en política lo económico está acompañado de calificativos como recesión o depresión, y el desempleo se mantiene estable alrededor en un 10%, a pesar de los multimillonarios paquetes de estímulo, pasan desapercibidos otros logros que pudieran tener impacto a futuro, como la reforma del sistema de salud, las cambios legales que maniataron la codicia y la corrupción en Wall Street, el retiro paulatino de las tropas de Irak o el mantener alejados a los terroristas del territorio nacional.

Lo de Obama se esperaba y presentía. De ahí que su propaganda no apelaba tanto a los logros de su administración como al llamado de las minorías para que le den su voto tradicionalmente demócrata de auxilio. Pero el problema es que son las minorías los que tienen los porcentajes más altos de desempleo, los que han perdido sus viviendas dentro de una burbuja inmobiliaria que todavía no terminó de estallar, los que vieron aumentar sus impuestos por causas que nadie sabe explicar y quienes ven esfumarse sus sueños de una jubilación segura, con un sistema público de pensiones a la deriva y otro privado que sigue deglutiendo intereses y capital.

Los temas de la billetera fueron, como casi siempre, los que importaron al general de la población y voltearon el mapa político. Los otros, aunque también importantes, entran en la esfera zigzagueante de la política, como la marihuana, la inmigración ilegal, la pérdida de mercados externos o si las tropas regresan de Irak o se mudan para Afganistán.

“LOS REPUBLICANOS y sus neoconservadores del “Té Party”, ojalá adviertan que esta elección no fue un voto castigo solo contra Obama, sino en contra de políticas erradas de cualquier tendencia.”

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