La filtración de más de un cuarto de millón de cables diplomáticos al mundo por parte de WikiLeaks ha causado revuelo internacional. Los cables confirman muchas de las sospechas del imaginario colectivo acerca de cómo funciona la política exterior de EU. Algunos han desestimado la importancia de los cables y, sin embargo, han revelado más de lo que imaginamos. Las reacciones hasta ahora son más explícitas que la información difundida.
Es sobrecogedor observar la maquinaria en marcha de uno de los gobiernos más poderosos del mundo, intentando convencer que quien revela secretos es más peligroso que quienes cometen actos atroces usando el poder de la secrecía. Políticos y periodistas de EU reaccionaron exageradamente, sugiriendo que Julian Assange debería enfrentar la pena de muerte en aquel país.
Las reacciones de la prensa son interesantes, mientras en EU, salvo algunas excepciones, se han alineado al discurso oficial, en Europa ven con mejores ojos las filtraciones. En palabras de Simon Jenkins, de The Guardian, “…claramente es [responsabilidad] del gobierno, no de los periodistas, el guardar los secretos públicos”.
Pero, ¿qué se gana matando al mensajero? Nada, el problema es más grave. Desviar la atención del desastre de la política exterior de EU no resuelve nada. Lo cierto es que no se puede invadir un país sin tener pruebas para hacerlo, ni se puede violentar la intimidad de los individuos de otros países como labor de inteligencia. EU deberá responder por estos hechos. Los ciudadanos tienen derecho a saber más de la conducción de su política exterior, y esa lección debe ser asimilada; promover la transparencia no es delito.
Estas filtraciones han denunciado actos de corrupción o matanzas en muchas partes del mundo: Kenia, Suiza y ahora EU. Sin esta infraestructura, nos hubiéramos enterado de estas atrocidades en mucho años, o quizás nunca. Hillary Clinton denuncia la ilegalidad con que fueron obtenidos los documentos, pero no se pronuncia sobre la información oculta de los miles de muertos civiles de la guerra en Afganistán o del espionaje. Y esa forma de hacer política es el problema.
Condenar a Assange o bajar de la red el sitio de WikiLeaks, evidencia la falta de conocimiento de cómo funciona la herramienta. WikiLeaks es como una central de abasto que facilita bodegas a los proveedores de frutas o verduras; estos proveedores son muchos y, si muere el dueño de dicha central, no pasa nada, los comerciantes seguirán sus actividades. Así, WikiLeaks es como una bodega donde llega información de distintas partes del mundo; cualquiera puede usarlo, es una red distribuida que provee de anonimato esa información que llega de sus proveedores.
WikiLeaks no es Assange, son miles de usuarios que colaboran. WikiLeaks recibe unos 300 millones de euros al año por concepto de donativos, muchos de los cuales provienen de fuentes de los medios tradicionales, y muchos más de individuos que mantienen el anonimato.
Cancelar la página o matar a Assange no resuelve nada. El mundo es testigo de un cambio de paradigma en el periodismo y la política. Difícilmente se dará marcha atrás, y el flujo de información quizás no se detenga. Eliminar WikiLeaks sólo significa que la próxima filtración vendrá de otra red. La atención que el gobierno ha puesto a un personaje como enemigo público, demuestra que no saben contra lo que se enfrentan. Matar al mensajero le dará más importancia al mensaje.
A pesar de la rapidez con que fluye la información, somos testigos de un momento histórico. A veces, los gobiernos deben pagar los costos de ejercer el poder de cierta forma y ésta es una de esas veces. Las consecuencias que tengan estas filtraciones no las sé, lo cierto es que si los Estados no aprenden esta lección y actúan en consecuencia, tendrán más problemas.
WikiPartido Pirata Mexicano
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