China Facing the Nobel Prize

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China ante el Premio Nobel

Pekín logró que 18 países boicotearan la ceremonia de entrega del galardón de la paz al disidente Liu Xiaboo.

China obtuvo apoyo para boicotear la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaboo, que cumple

una insólita condena de 11 años de cárcel por firmar un manifiesto pidiendo la profundización de la democracia en su país.

Ni él ni su mujer, arrestada en su domicilio, pudieron asistir a la ceremonia.

Pekín reaccionó airadamente al anuncio del galardón, aduciendo que “es una obscenidad que contradice los objetivos del

Nobel”. El viceministro de Asuntos Exteriores, Cui Tiankai, manifestó que los gobiernos tenían que escoger entre desafiar al

sistema judicial chino o tener relaciones responsables con China, amenazando que “si hacen la elección equivocada,

tendrán que soportar las consecuencias”. China ha conseguido que 18 embajadas acreditadas en Oslo no estuvieran

presentes. Este es el peso del gigante asiático, que ha debido ejercer una mezcla de presión política y chantaje

económico, como se puede observar en la lista de los ausentes. Están ante todo, los sospechosos habituales e integrantes

de lo que podría llamarse Eje del autoritarismo: Rusia, Irán, Cuba, Venezuela, Irak, Arabia Saudita y Siria; es decir, países

con dirigentes autoritarios, democracia deficiente o inexistente y que temen crear un precedente con eventuales

disidentes propios.

Conforme al mínimo patrón de un Estado de derecho, Liu no ha cometido el menor delito. Barack Obama, lo ha definido

como “un valiente portavoz para el avance de valores universales a través de métodos no violentos y pacíficos”. Hay que

reconocer que el comité del Nobel está integrado por políticos noruegos por encima de toda sospecha que son nombrados

por el Parlamento de ese democrático país nórdico.

Liu comparte celda con cinco delincuentes comunes y su esposa sólo puede verlo una hora al mes. El régimen chino ha

hecho inimaginables progresos económicos, es la segunda economía del mundo, y también ha realizado innegables avances

políticos. La situación durante el maoísmo y la actual es bien diferente, pero sigue siendo un régimen de partido único en el

que la disidencia y la oposición no están permitidas. El progreso económico ha llegado sin una apertura más sustancial. La

democracia en China no es para mañana aunque algunos dirigentes del país parecen preocupados por verla a mediano plazo

como inevitable.

El sistema, como hizo con las protestas por el Tibet antes de las Olimpíadas 2008, ha jugado ahora con habilidad la carta

nacionalista: el premio sería una asechanza de Occidente ansioso por frenar la irresistible ascensión china.

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