Signos nefastos, como los eclipses antes de las malas cosechas, las bolas del fuego en el firmamento antes del nacimiento de algún dictador o las extrañas alineaciones planetarias en los cumpleaños de Mourinho, ratifican la crudeza de la crisis financiera. En Estados Unidos, el Tesoro y la Reserva Federal han tenido que abortar la impresión de casi 1.100 millones de unidades del billete de 100 dólares, conocido como benjamin, no por lo que cuesta un botellín de cava, sino por el retrato de Benjamin Franklin en el anverso. Un error en la calidad del papel ha provocado este singular dinericidio. El dinero no huele (non olet) como explicó el emperador Vespasiano cuando un funcionario le reprocho que impusiera un tributo sobre las letrinas públicas. Pero acaso sienta el morir antes de nacer. Cuando más falta hace la liquidez (que se lo pregunten a las cajas de ahorros españolas), cuando los bancos racionan los créditos, resulta que en las bóvedas del Tesoro americano, cual cueva de Alí Babá, se acumulan 1.100 millones de benjamines estériles. Duele solo pensar en este singular parto frustrado.
Gila se preguntaría además que va a hacer el encargao de los sótanos del Tesoro en Fort Worth con tanto papel. En una de sus greguerías, Gómez de la Serna definió los billetes de banco como “el secante del sudor del mundo”. Los Gobiernos de Grecia e Irlanda han sudado tinta, nunca mejor dicho y es posible que lo hagan los de Portugal, España e Italia. Pero sigue siendo mucho papel para convertirlo en toallitas perfumadas. Da pie, eso sí, para elucubrar. Un moralista de cafetería dirá que es un desperdicio con la de parados que hay; un guionista escribiría escenas en las que cohortes de monetaristas ortodoxos capitaneados por Axel Weber, intentan asaltar las pilas de dinero defendidas por los expansionistas Barack Obama y Ben Bernanke; y José Blanco pediría los benjamines fallidos por si se los cuela a los controladores. Aunque quizá no le llegara para la paga de mes.
Y queda la perplejidad provinciana: ¿cómo es posible que con tanta tecnología digital, después de siglos de experiencia planchando billetes, en Estados Unidos tengan que tirar 1.100 millones de benjamines a la basura porque se dobla el papel y un trozo queda en blanco? Que venga el encargao de Gila y nos lo explique.
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