Obama and the Americas

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Obama y las Américas

¿Puede Obama construir una nueva agenda para las Américas?

En el ocaso del segundo año de gobierno de Barack Obama, ha caído en mis manos un libro en el que un puñado de destacados académicos analizan y evalúan el estado de la relación entre EE. UU. y América Latina durante su gestión presidencial, y proponen ideas y políticas específicas para mejorarla en el futuro.

“Obama y las Américas. ¿Esperanza o decepción?” es el título del libro editado por Abraham Lowenthal, Lawrence Whitehead y Theodore J. Piccone, y un prólogo escrito por Ernesto Samper Pizano. Con mayor precisión, los editores debieron prescindir de las interrogaciones y titularlo “De la esperanza a la decepción”, pues, en el mejor de los casos, la política de Obama hacia la región ha estado marcada por la “indiferencia benévola”.

Pero, más allá de las evidentes simpatías que todos los autores sienten por Obama, el propósito fundamental del libro es mantener viva la esperanza proponiendo ideas para construir una “Nueva Agenda para las Américas”, que enfatice la defensa de los derechos humanos y del medio ambiente, la inclusión social, la paz y la gobernabilidad democrática. Una agenda de corte multilateral que reconozca que “todos los países de América Latina son distintos y que el cambio en la región está ocurriendo en múltiples direcciones”.

En tres de los capítulos del libro, los editores ofrecen marcos de referencia para entender los diferentes contextos de la relación entre Washington y una región en la que conviven más de una treintena de países con más diferencias que características en común. En los ocho capítulos restantes hay rigurosos análisis de la relación entre Estados Unidos y México, Brasil, Colombia, Venezuela, Bolivia, Cuba, Honduras y Haití, durante los primeros 18 meses de gobierno de Obama, y en cada uno de ellos se incluyen los aciertos y los errores de la administración de Obama y de los gobiernos de los respectivos países.

La riqueza del material me impide desarrollar en este espacio una exposición adecuada de cada uno de los capítulos y me obliga a concentrarme en el tema que, sin duda, es de interés especial para los lectores de EL TIEMPO.

En el ensayo que trata sobre la relación entre EE. UU. y Colombia, Michael Shifter ve hacia el futuro y propone ideas para repensar la relación “a la luz de un cambio de ambiente político en Washington y un gobierno nuevo… en Bogotá… partiendo de expectativas realistas sobre lo que los actores externos pueden y no pueden hacer para ayudar a Colombia a mejorar las perspectivas de gobernabilidad democrática”.

Para construir la nueva agenda, escribe Shifter, es imprescindible “desnarcotizar” la relación y reconocer que si bien “los colombianos merecen crédito por reafirmar la autoridad estatal durante los últimos años… la contribución de Estados Unidos ha sido clave, especialmente en los sectores de la justicia y la seguridad”. Es necesario, dice el autor, redirigir la ayuda estadounidense al desarrollo social, apoyar el proceso de paz y la reinserción de combatientes a la sociedad; hacer hincapié en los derechos humanos y apoyar el Tratado de Libre Comercio entre ambos países.

Si la política se rigiera por la racionalidad de sus planteamientos, no me cabe duda de que la agenda que Shifter propone no admitiría la disidencia. El problema, sin embargo, es que las nuevas realidades políticas en Estados Unidos no presagian un entendimiento armónico entre el Ejecutivo y el Legislativo.

A pesar de la bondad de los argumentos de Shifter y de los beneficios que la nueva agenda pudiera traer a ambos países, en estos momentos de incertidumbre política es imposible predecir qué características tendrá la política exterior estadounidense hacia Colombia y hacia la región en los próximos dos años.

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