La designación del embajador Palmer
Oscar Hernández Bernalette
Difícil entender la insistencia del Gobierno de Estados Unidos en designar al embajador de carrera Larry Palmer en Caracas. Según el Departamento de Estado se espera que el Congreso ratifique en los próximos días al nuevo embajador designado para Venezuela, dando pie a “un diálogo más fluido” con Caracas. Si bien el Sr. Palmer había recibido el beneplácito del Gobierno de Venezuela que es una formalidad en la cual un gobierno le pregunta otro si acepta con agrado a esa persona para representarlo en su nación, el mismo quedó de hecho anulado desde el momento que el jefe de Estado venezolano cuestionó su presencia en el país. “Ellos dicen que es el embajador, pero ese señor no va a entrar”.
Los beneplácitos es el paso previó antes de que un gobierno proceda a la designación oficial de un embajador. Los gobiernos tienen derecho a negarlo. Por lo general por vía de una respuesta confidencial o por silencio protocolar lo que significa que después de cierto tiempo deberían las autoridades respectivas evaluar su siguiente proceder e interpretación de tal negativa. Se puede tratar de la persona como tal, por sus antecedentes, declaraciones verbales o escritas contra el país en algún momento o simplemente como respuesta a relaciones diplomáticas deterioradas entre ambos países. Cuando como en el caso que referimos es el Presidente o el canciller quien públicamente cuestiona la designación se hace obvió que ese no debe ser más el candidato.
De allí que hay que tratar de interpretar por qué continúa la insistencia de designar a Palmer. Podría tratarse de una manera de hacer caso omiso a un mensaje muy claro de rechazo. Lo que es peligroso, pues no hay manera que un gobierno le imponga a otro un embajador. Puede, por otra parte, tratarse de una rectificación negociada a posteriori para restablecer confianza, pero a su vez es políticamente contradictorio para quien públicamente rechazó la designación, en este caso el Gobierno de Venezuela. Podría igualmente tratarse de un procedimiento administrativo del Departamento de Estado para que el Congreso, al aprobarlo, esté respaldando la integridad del designado y lo convierte en más que un designado del presidente Obama en un representante de la nación como un todo especialmente ante la fragilidad de las relaciones entre los dos países.
También se pueden dar casos con las designaciones de embajadores con beneplácitos otorgados y aprobados por su parlamento y luego retirados sin tener que dar explicaciones al país anfitrión que los esperaba. Ejemplo de esto y poco acostumbrado en praxis diplomática fue el caso de los cuatro embajadores venezolanos de carrera designados en el 2005 para embajadas en Europa que fueron retirados sin explicación ni hacia los gobiernos ni a los propios designados. Los respectivos beneplácitos fueron retirados años después. Potestad también de los jefes de Estado. Sin duda ambos casos no son de estilo en la cotidianidad diplomática.
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