Homosexuals, Arrr…

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Homosexuales, arrr…

Revisando mis escritos de prensa de años anteriores, me encuentro con uno de abril de 1994, comentando una ley norteamericana del 93 que, a pesar de los esfuerzos de Clinton, prohibió que los soldados confesos de ser homosexuales engrosaran las filas del Ejército gringo. Hace tres días el Senado de EE.UU. votó la derogación de esa ley, y en breve tendremos una recua de marines plumerudos participando en las guerras de las galaxias. Y hasta la victoria final con Víctor Victoria al mando. Es un triunfo del presidente Obama, quien había prometido hacer derogar esa ley conocida como ‘No preguntes, no digas’, que impedía a los gay entrar en combate, ni siquiera en la retaguardia. A decir verdad, mi comentario estaba centrado en lo que pasaba en Colombia cuando se presentaba el caso de suicidio continuado en las filas, debido a malos tratos de los superiores jerárquicos.

Decía así el artículo, del cual sólo apelo a su reproducción por curiosidad de hemerotecólogo:

Un amigo marica me decía la otra noche bermejón de la ira, que consideraba lesivo del libre desarrollo de la personalidad, que por su particular condición amorosa se le excluyera del servicio a la patria. Él había tratado de ‘regalarse’ al Ejército desde antes de los 18, pero había sido rechazado con cajas destempladas por un sargento bruscote. No entendía que en los cuarteles, donde no se le tiene miedo a nada, se le cerrara las puertas con trancas a la penetración homosexual.

En el Ejército nunca se ha respetado la ‘objeción de conciencia’, esa posición del ciudadano en virtud de creencias y cultos que le impiden agredir y matar. La impuso en los Estados Unidos el legendario boxeador Cassius Clay, quien se negó a pelear con un arma en la mano en apoyo de la política agresiva del Imperio, pues había adherido al Islam con el nombre de pastor Mohamed Alí.

Sin embargo, en Colombia parece que tiende a respetarse lo que podríamos llamar ‘objeción de cola’. El general Valencia Tovar se opone a que aún por encima de su cadáver pueda pasar un josefino a engrosar las filas. La nueva Constitución, por su parte, no la pone tan tiesa, y abre la posibilidad de que hasta la loca más brava se chante el quepis. Ahora se está presentando una deserción en masa del Ejército, pero ya no a través de la fuga sino por la puerta falsa del suicidio, presuntamente por tortuosos tratos superiores.

Conceptúa la plana mayor que los que acuden al suicidio en estas condiciones son personas tan ‘sensibles y delicadas’ que no tenían nada que hacer allí. Esto hará prevalecer la posición de los altos mandos machistas. En este caso, los que tienen objeción de conciencia para agarrar las armas, harían bien en hacerse los mariposos, por amor a la humanidad. Al fin y al cabo habrá muchos padres que prefieran tener un hijo que pose de marico y no de milico.

Se necesita ser muy marica, dije a mi amigo, para exigir que se le reciba en una guarnición militar de donde su propia hipersensibilidad le excluye, sobre todo considerando que muchos papás mandaban a sus hijos al Ejército ‘para que los formaran hombres’, como he oído por ahí. Pero no, en todo caso, para que se los devolvieran cadáveres.

No me puedo imaginar el caso del militar que se enamore de otro militar del ejército contrario y sus implicaciones Que se tolere el amor sodomita uniformado hasta el extremo que a la hora de saludar, no se diga: buenos días mi general, sino buenos días mi sol. Ya sabemos que cualquier cosa puede pasar como producto de unos celos ardientes, y si duele el taconazo con una zapatilla, cómo ha de ser con una bota.

Con todo respeto por los dos bandos considero, de acuerdo con el general Valencia Tovar y en contra de Clinton, que no es conveniente la presencia permisiva de homosexuales entre los pelotones.

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