Political and Atomic Disarmament

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Desarme atómico y político

5:52 p.m. | 28 de Diciembre del 2010

Obama ha conseguido restañar algunas heridas de la paliza sufrida el 2 de noviembre.

Se cierra el 2010 con una alentadora noticia en materia nuclear. Después de las inquietudes sobre la capacidad nuclear

de Corea del Norte e Irán, las dos potencias atómicas, Estados Unidos y Rusia, dan un buen ejemplo al aprobar un nuevo

acuerdo de desarme. Es una prolongación de los primeros consensos -Start y Sort- que desde 1991 han permitido la

paulatina reducción de cabezas nucleares. Eran 6.000 entonces, son 2.200 ahora y en 2017 serán 1.550. Además, rebaja

el número de misiles, bombarderos y submarinos nucleares.

El acuerdo dormía en el Capitolio, bloqueado por la mayoría republicana, desde septiembre. Merced a una labor de

filigrana, Barack Obama consiguió que 13 congresistas opositores votaran a favor del proyecto. “No es una victoria mía -se

apresuró a decir el Presidente-, sino de los estadounidenses en general.”

Es verdad que es un triunfo para los estadounidenses y para los terrícolas, en general. Pero también lo es para Obama,

que al cerrar el año ha conseguido restañar algunas heridas de la paliza sufrida en las elecciones del 2 de noviembre,

gracias a varios éxitos en sus propuestas legislativas. Al tratado de desarme con Rusia hay que sumar el beneplácito a la

ley llamada “No preguntes, no digas”, que autorizaba la presencia de militares homosexuales en las fuerzas armadas,

siempre y cuando guardaran total reserva sobre su condición sexual. Obama planteó una reforma que consolida la igualdad

de gays y lesbianas con los demás miembros del Ejército y suprime la vergonzosa cláusula de silencio. El Senado aprobó la

modificación por un amplio margen, 65-31, cuando 23 congresistas republicanos se sumaron a la totalidad de la bancada

demócrata.

También logró la Casa Blanca que el Estado asumiera los costos de salud de los trabajadores que limpiaron la zona de

Nueva York devastada por el ataque terrorista del 11 de septiembre del 2001. Los republicanos bloquearon el proyecto

durante dos semanas, pero la presión de la opinión pública los obligó a aprobarlo, aunque no sin que recortaran antes las

garantías dadas a los beneficiarios.

La buena gestión de estos proyectos muestra que es posible otro desarme, el del sectarismo, para alcanzar acuerdos

bipartidistas. Pero también revela una corriente intransigente del Partido Republicano dispuesta a impedir que Obama vuelva

a adquirir combustible político para una reelección dentro de dos años.

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