The General in WikiLeaks

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El origen.—Cuando Felipe Calderón decidió, en diciembre del 2006, que el Ejército sería protagonista central de los Operativos Conjuntos en contra de las bandas del crimen organizado, el instituto armado entró en un periodo de reconversión que no ha concluido. Lanzar a los soldados a las calles supuso, entre otras cosas, asumir que verían a la sociedad, como siempre lo han hecho, sino que serían vistos y juzgados. Desde entonces ocupan un sitio en la plaza pública. Se metieron a un nuevo juego, con reglas que no conocían. Asumieron riesgos, como el de la incomprensión o el desprestigio, pero están haciendo un trabajo que es crucial para la viabilidad del país, para su continuidad como Nación independiente.

Parte toral de esa reconversión ha sido la de establecer nuevas relaciones con los diferentes sectores sociales, con las otras dependencias que conforman el Gabinete de Seguridad, con los integrantes del Congreso de la Unión, con la prensa nacional y extranjera, con los organismos que defienden derechos humanos, con los ciudadanos. El Ejército es ya un emisor institucional relevante y ha tenido que fortalecer su área jurídica tanto como a sus fuerzas especiales. Las instalaciones de la Sedena, los despachos de los mandos, abrieron sus puertas. Ha emprendido una conversación que, por la salud de la República, no puede interrumpirse. Como resultado de este diálogo, nada de lo que se ha dicho en los comunicados diplomáticos relevados por Wikileaks resulta enteramente novedoso. Es conocida la preocupación del general secretario Galván sobre el marco legal en que se despliegan los operativos y su inquietud de que haya filtraciones dolosas por parte de policías corruptos. Por eso es importante que los cables pirateados por los hackers de Julián Assange no sean pretexto para lanzar una ofensiva mediática en contra del Ejército.

Tío Sam.—Lo que no se a dicho en los cables de Wikileaks, pero es una verdad irrefutable, es que la relación más compleja del Ejército Mexicano es la que mantiene con el ejército de Estados Unidos. El contacto es cotidiano y multidimensional, lo que no significa que sea sencillo. Hay un contexto histórico con heridas profundas que dejaron cicatrices que ahí siguen. A los Niños Héroes, cadetes del Colegio Militar, los mataron soldados norteamericanos que invadieron el país y cercenaron la mitad del territorio nacional. Se dirá que es insano mantenerse atado al pasado, pero ignorarlo, hacer como que no sucedió, es suicida, pues los intereses geopolíticos de los norteamericanos han variado en la forma, no en el fondo. Querían y quieren controlar a los países del continente, y una de las alternativas para conseguirlo es asumir el control directo de las fuerzas armadas de cada país, México no es la excepción. Una de sus herramientas favoritas es el manejo discrecional de la información de inteligencia que recopilan con sus artefactos de última generación, que distribuyen en México de acuerdo a un complejo sistema de premios y castigos. La tensión, por lo tanto, es inevitable.

Cooperar con los norteamericanos sin lacerar la soberanía nacional es una tarea titánica. Entre otras razones porque tampoco de aquel lado del Río Grande hay un frente único. Aunque todas buscan consolidar la hegemonía norteamericana, cada instancia, cada agencia, tiene su estilo. Hay que interactuar, eso no está a discusión, hay que mantener una comunicación fluida pero recibir helicópteros no supone aceptar que ellos, los norteamericanos, tomen las decisiones, ni que efectivos gringos operen camuflados de soldados y marinos mexicanos. El ideal gringo no es terminar con el tráfico de drogas, es reforzar su seguridad interior. No tienen amigos, sino intereses, pero eso ya se sabía.

Colofón.—El problema de la estrategia de Calderón en la guerra contra el narco, no es que el Ejército haya salido de los cuarteles. Es, lo hemos dicho, que no ha sido una estrategia integral. Pasan los meses y los años y las policías no se regeneran, ni el sistema judicial se limpia, ni las cárceles se rescatan. Pasan los meses y los años y las aduanas siguen siendo nidos de ratas, ningún empresario de renombre ha sido procesado por lavado de dinero y las acciones contra la cobertura política son tímidas y aisladas. Ese es el problema.

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