La última película de Terminator como gobernador de California finalmente terminó y fue un churro.
Esta semana el fortachón actor convertido en político Arnold Schwarzenegger abandonó el escenario que ocupó durante seis años, dejando a la entidad, la séptima economía mundial, totalmente endeudada y se fue en medio de fuertes críticas y con un nivel de aprobación de veinte por ciento. Es decir un fracaso de taquilla.
Lo bueno es que se cierra un melodrama político, pero se abre otro y nada menos que en esta capital donde este miércoles se inaugura un nuevo Congreso e, independientemente de los capítulos que siguen, de seguro desde hoy habrá lágrimas.
De sobra se sabe que el nuevo líder de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner que le hará de antagonista haciendo sufrir al presidente Barack Obama a lo largo del culebrón, es famoso no sólo por el bronceado artificial color naranja que luce, sino por la facilidad con que llora.
Se da por hecho que una vez que tome posesión y le entreguen el mazo, Boehner estallará en llanto mientras relata de nuevo cómo llegó de cantinero a ser el tercero en poder en Washington. Más tarde, cuando algún canal de televisión de tendencia conservadora lo entreviste, llorará otra vez al recordar su niñez. Y seguramente habrá más lágrimas antes de que termine el día, cuando relate sus planes para combatir sin piedad los de Obama.
Pero aún así no es el único con el que el mandatario se las verá duras, por lo que aquí le presentamos una útil lista de los que robarán cámara en el Capitolio a partir de hoy:
Mitch McConnell, el líder de la minoría republicana en el Senado, mejor conocido como el Doctor No, no sólo porque se opone a todo lo que la Casa Blanca propone, sino porque él mismo ha dicho que su misión principal es impedir que Obama se reelija para un segundo mandato.
Mario Rubio, el joven (tiene 39 años) y carismático nuevo senador por Florida, de quien ya se dice es el futuro del Partido Republicano y el Obama de los derechistas que ya lo señalan como candidato a la Casa Blanca en 2016. Hijo de emigrantes cubanos que abandonaron la isla huyendo del comunismo, es la esperanza de los conservadores para congraciarse con los latinos. Pero es difícil ver cómo este debutante se ha manifestado a favor de leyes antiinmigrantes como la de Arizona.
Rand Paul, recién electo senador por Kentucky, hijo del congresista Ron Paul, se espera que llegue a ser una de las voces de ultra derecha más influyentes del Senado, y que su posición política y racista sea extrema.
Jim De Mint, senador por Carolina del Sur, ha venido ganando poder e influencia con su inflexibilidad para negociar con Obama o ningún otro demócrata.
Darell Issa, un congresista que ha prometido hacerle la vida de cuadritos al presidente e investigar detalladamente cada dólar gastado por su administración.
Otra que hará sufrir a la Casa Blanca será Michele Bachmann de Minesota, miembro del movimiento ultra conservador Tea Party y feroz oponente a todo lo que venga del presidente, pero sobre todo a su reforma de Salud.
Y con un Senado donde la mayoría demócrata es escaza, han cobrado gran importancia los dos senadores independientes, la ex republicana por Alaska, Lisa Murkowski y el ex democrata por Connecticut, Joe Lieberman que seguramente serán cortejados por ambos partidos.
Pero también habrá que seguir de cerca a los que supuestamente están con el mandatario y son del mismo partido: la líder de la minoría demócrata y muy liberal congresista por California, Nancy Pelosi, quien vigilará de cerca que Obama no ceda demasiado ante sus adversarios. Y qué decir de Harry Reid, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, a quien los republicanos daban por políticamente muerto, pero que a final de cuentas penosamente resultó reelecto e intentará mantener unidos a los demócratas.
No podía faltar el senador y ex aspirante a la presidencia, John McCain, que está convertido en un político latoso y amargado que se opone absolutamente a todo lo que él mismo antes promocionó y que junto con el senador Lindsey Graham son los Batman y Robin de la derecha.
Por lo pronto, Obama inició ya el pleito cuando dijo que tiene mucho en común con Boehner, “ambos somos personas de color, aunque el suyo no parece muy natural”. El ahora poderoso líder contestó que nunca ha usado un bronceador artificial, pero no se ría usted de incredulidad porque el segundo en la fila hacia la Casa Blanca puede llorar.
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