El nuevo Congreso estadounidense surgido de las elecciones legislativas del pasado noviembre ha abierto sus sesiones con el anuncio republicano de su determinación de torpedear la gestión del demócrata Barack Obama. El Partido Republicano, especialmente su ala ultraconservadora, el Tea Party, ha entrado en el nuevo Congreso como un elefante en una cacharrería, dispuesto a complicarle al presidente la segunda mitad de su mandato.
Los republicanos tienen mayoría en la Cámara de Representantes, lo que representa un obstáculo para Obama. Y basándose en esta mayoría, los republicanos ya han anunciado que intentarán derogar la ley sanitaria que sacó adelante el presidente, que no quieren imponer límites a la emisión de gases contaminantes y que harán lo imposible para cerrar el grifo presupuestario a los organismos que vigilan los mercados financieros. Es decir, quieren dar marcha atrás en las reformas que Obama ha sacado, a trancas y barrancas, adelante. Y por si fuera poco, también han anunciado que en el primer trimestre abrirán seis investigaciones, entre ellas una sobre las filtraciones de Wikileaks de miles de documentos del Departamento de Estado, para demostrar los fallos de la Administración Obama.
Esta determinación republicana es una confirmación actualizada de la profunda división política que padece Estados Unidos. Los republicanos están en su derecho, evidentemente, de hacer de oposición.Nosólo es su derecho, sino también su obligación. Pero las proclamas a favor de dar marcha atrás en lo que Obama ha hecho en los dos primeros años de su presidencia mueven a la reflexión.
El pasado noviembre, los republicanos arrebataron a los demócratas la mayoría en la Cámara de Representantes. Y eso los ha animado. Pero tanto para revocar las reformas de Obama como para demostrar los fallos de su Administración, a los republicanos les falta una cosa muy importante: el Senado. En la Cámara Alta, la mayoría no es republicana, sino demócrata, aunque sea por los pelos. Y eso quiere decir que los republicanos también tendrán que sudar para poner al presidente contra las cuerdas. Ahora bien, complicarle la vida política sí que lo podrán hacer. Y seguramente es esto de lo que, a fin de cuentas, se trata.
Si los republicanos quieren y no pueden, al menos del todo, ¿qué pretenden? Minar la figura de Obama como candidato a la reelección en los comicios del 2012. Es decir, al inaugurarse la nueva legislatura, lo que han hecho los republicanos es dar por iniciada la campaña electoral. El tiro les puede salir por la culata
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