Tucson’s Warning

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Que alguien desequilibrado psicológicamente dispare contra una multitud dejando seis muertos, diecisiete heridos y una importante congresista en estado crítico, es preocupante. Si eso ocurre en una sociedad polarizada, crispada por la guerra y el desempleo es motivo de alarma.

La matanza de Tucson es una advertencia. Primero a Obama para que vaya un paso más allá de los bonitos discursos y haga realidad su promesa de una sociedad que supere las fronteras del bipartidismo.

La reforma de los sistemas de salud y financiero deben empezar a dar frutos. Obama tiene la misión de sacar a Estados Unidos de la crisis o, en el menos venturoso de los casos, tomar las medidas adecuadas para que la economía norteamericana empiece a generar empleo. De lo contrario, le espera el desenlace de Carter o, peor aún, el de Kennedy.

La oposición, encabezada por el Tea Party, debe comprender que un discurso irracionalmente violento, cargado de imágenes guerreristas se les puede ir de las manos y ser la mecha que inicie un incendio de dimensiones gigantescas.

Cuando una sociedad se desborda pierde el rumbo, los límites se desdibujan y cualquier catástrofe es posible. Y la norteamericana es una sociedad a las puertas del desborde.

De no interpretarse con inteligencia lo ocurrido en Tucson, y Obama continúa siendo incapaz de asumir eficientemente el liderazgo de su nación, y la derecha gringa insiste en exacerbar los ánimos de una población descontenta y desocupada, otro desequilibrado podría salir a hacer una locura que sumiría en el caos a los Estados Unidos.

Por ahora, la congresista Gabrielle Giffords ha preservado la vida. La poca potencia del arma con la cual le dispararon, la trayectoria de la bala y la rápida intervención del equipo médico Universidad de Tucson la salvaron de morir trágicamente. Barack Obama, el primer presidente negro de los Estados Unidos podría no tener tanta suerte.

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