Esta semana se posesionaron en Estados Unidos los 94 nuevos congresistas elegidos en noviembre pasado. De ellos, 85 pertenecen al Partido Republicano, que ahora tiene la mayoría, con 242 escaños, frente a 193 del Partido Demócrata. Con esta nueva realidad política, muchas cosas están cambiando en Washington, para bien de Colombia.
Por supuesto, el tema más importante es la aprobación del TLC. El año pasado terminó con un baldado de agua fría cuando el vocero de la Casa Blanca dijo que la administración avanzaría con la aprobación del tratado comercial con Corea del Sur, pero no con los de Colombia y Panamá, pues “no contaban con los votos suficientes”. Esta improvisada explicación no parece ser cierta. Lo que hay detrás es que la Casa Blanca le quiere dar prioridad al tratado con Corea del Sur, pues logró renegociarlo aumentando la cuota de vehículos que Estados Unidos podrá vender en el mercado surcoreano. La United Auto Workers, que representa a los trabajadores del sector automotor, quedó contenta y le dio su respaldo al acuerdo.
El que no está de acuerdo es el poderoso Rich Trumka, presidente de la AFL-CIO, principal central obrera de los Estados Unidos, quien se reunió con el presidente Obama justamente el mismo día que se hizo el anuncio sobre los tratados. No hay que ser muy suspicaz para pensar que lo que hay detrás es una transacción entre la Casa Blanca y los sindicatos, en la que nosotros llevamos la peor parte. Como el vicepresidente Garzón anunció que visitará Washington, debe reunirse con sus ex colegas sindicales y quejarse de esta maniobra.
No serán, en todo caso, las centrales obreras las que nos ayuden; será, más bien, la nueva realidad política impuesta por las mayorías republicanas. Para manejar el nuevo entorno se ha producido un verdadero revolcón en la Casa Blanca, empezando por el nombramiento de William Daley, ex secretario de Comercio durante la administración Clinton, como nuevo jefe de Gabinete.
Con su llegada, aumenta la influencia del sector empresarial y los intereses comerciales de los Estados Unidos. Desde ya, la diplomacia colombiana tiene que poner el foco en Daley, quien entiende perfectamente que el TLC con Colombia no es una amenaza para los trabajadores estadounidenses, sino más bien una oportunidad para lograr el ambicioso objetivo de duplicar las exportaciones de Estados Unidos.
Aunque los cambios en el Ejecutivo cuentan, no hay duda de que lo más importante son las nuevas mayorías del Congreso. Los republicanos, con John Boehner a la cabeza, apoyan el TLC. Tanto así, que el propio Boehner ha sugerido que se empaqueten los tres tratados y se realice una sola votación. La visita de John McCain a Colombia seguramente reforzará este respaldo.
Las mayorías republicanas también quieren promover un cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, que han estado calmadas durante los últimos dos años. La línea radical de este partido, encabezada por Ileana Ros-Lehtinen, la cubano-americana que presidirá la comisión de asuntos internacionales de la Cámara, ha dejado entrever la posibilidad de declarar a Venezuela como Estado que apoya el terrorismo, además de imponerle sanciones por la venta de gasolina a Irán, en contra de la resolución de la ONU, que lo prohíbe. Esto sería repetir el error de la política frente a Cuba, donde las sanciones más que debilitar han fortalecido al régimen.
Pero incluso si no se llega a estos extremos, habrá cambios. Arturo Valenzuela, subsecretario de Estado, afirmó esta semana que la ley habilitante que le da poderes legislativos al presidente Chávez es una medida antidemocrática que viola la Carta Democrática Interamericana. Este es un llamado a la OEA para que intervenga en el asunto y abandone la pasividad de los últimos años.
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