The U.S.-China Entente

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La visita a Estados Unidos del presidente de China, Hu Jintao, ha certificado que los roces entre las dos grandes potencias son, más que inevitables, consustanciales con el papel que desempeñan en el orden internacional. Ni la tendencia a soslayar la falta de respeto del régimen chino por los derechos humanos ni la insistencia en subrayar las limitaciones estratégicas de China neutralizan el dato ineludible de que no hay mecanismo capaz de competir con un crecimiento económico literalmente brutal. Así lo ha entendido el presidente estadounidense, Barack Obama, al no ahorrar las críticas ideológicas en presencia de Hu y aceptar el reto de articular unas relaciones en las que, de una u otra forma, el futuro de Taiwán, el conflicto de las dos Coreas y, en general, cuanto atañe al futuro de Asia sean asuntos que requieran una gestión conjunta de ambas potencias.

Edición Impresa Versión en .PDF Información publicada en la página 6 de la sección de Opinión de la edición impresa del día 23 de enero de 2011 VER ARCHIVO (.PDF)

El ejercicio de realismo de Obama era necesario. El precio de la energía y de las materias primas, el comercio internacional, el mercado de la deuda soberana, las inversiones en una treintena de países africanos y la moderación de la psicosis colectiva ante el desafío del terrorismo global son capítulos en los que China es un actor determinante. La frialdad de la acogida dispensada por el Congreso a Hu es tan comprensible como estéril: lo cierto es que, por primera vez desde el final de la guerra fría, EEUU debe compartir responsabilidades en plano de igualdad; el tono no puede ser el mismo que el que empleaba con China cuando esta no era más que una promesa de futuro.

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