Imperial Management

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Gestión imperial

La jefa de la diplomacia de Estados Unidos, Hillary Clinton, viajó ayer por algunas horas al agónico Haití para exigir el retiro, del candidato Jude Celestin, de la segunda vuelta electoral, como lo había decretado la Organización de Estados Americanos (OEA), en descarada intervención en asuntos internos de un país pobre.

Sin ningún disimulo, la señora Clinton convocó al presidente René Préval, a los candidatos Celestín, Mirlande Manigat y Michel Marteelly, a quienes hizo saber de la orden imperial, que al parecer fue acogida sin ceños fruncidos.

Conforme a resultados ofrecidos por el Consejo Electoral de Haití, en las elecciones presidenciales del 28 de noviembre Manigat obtuvo el 31.3 por ciento de los sufragios; Celestín el 22.4 y Marteelly, un 21.84 %.

Un posterior informe de la OEA restó seis décimas porcentuales en los votos alcanzados por Celestin y sumó cuatro a Marteelly, con lo cual el candidato oficialista fue relegado a la tercera posición.

Ante la tardanza de Celestín en retirar su candidatura para la segunda vuelta electoral, la secretaria Clinton resolvió viajar a Puerto Príncipe para exigir personalmente que se cumpla el designio de la OEA.

Después de incurrir en tan grosera forma de intromisión, la secretaria de Estado tuvo tiempo para preguntar sobre el curso de la reconstrucción de Haití y de los esfuerzos por la epidemia del cólera, sin que nadie reclamara a Estados Unidos destrabar ayuda aprobada por más de mil millones de dólares.

Es claro que en Haití, como en gran parte del traspatio latinoamericano, no se mueve un mosquito sin previo consentimiento de Washington, pero esta vez no se guardaron mínimas formalidades o apariencias, que comprueban que para el gobierno estadounidense, términos como soberanía y autodeterminación son sólo eufemismos.

Por esos designios imperiales, se permite el retorno de un dictador, Jean Claude Duvalier; se impide el regreso de un ex presidente constitucional, Jean Bertrand Aristide; se retocan los resultados de un farsa electoral y se ordena la exclusión de un candidato.

Duele saber que la clase política haitiana -mansos y cimarrones- se postró ante tantas órdenes y exigencias ilegítimas, sin que nadie dijera siquiera esta boca es mía.

La secretaria Clinton no fue mensajera de buenas noticias, como sería el anhelado anuncio de que el Senado de Estados Unidos destrabaría los más de mil millones de dólares destinados a la reconstrucción de Haití. Esa visita fue de gestión imperial y nada más.

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