DEL discurso del Presidente Barack Obama sobre el estado de la nación, dos temas son de particular interés para nosotros. El anuncio de su gira a tres países latinoamericanos: “En marzo, viajaré a Brasil, Chile y El Salvador para forjar nuevas alianzas para el progreso en América”. Esta sería su primera visita a América del Sur y su tercera visita a América Latina después de que en 2009, en dos ocasiones, fue a México y participó en la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago. Interesante cuáles son los países que escoge visitar. En la región, El Salvador. Seguramente ahí serán convocados los demás mandatarios de la vecindad, en una especie de mini cumbre centroamericana. A ver si llega Ortega a la cita, ya que, con seguridad, concurrirá el Presidente de Honduras, y el nicaragüense rehúsa ir donde vaya el hondureño.
El otro tema se refiere a la reforma migratoria. En un discurso vago en detalles, enfocado en la forma cómo los norteamericanos deben apostar para “ganar el futuro”, nuevamente insistió en la reforma migratoria y en el denominado “Dream Act”, orientado a la legalización de buena parte de jóvenes que desean cursar estudios universitarios o alistarse en las Fuerzas Armadas. Dijo que es insensato la deportación de jóvenes estudiantes que son valiosos para el país e hizo un llamado para “dejar de expulsar a jóvenes con talento y responsables que pueden ocupar puestos en laboratorios de investigación, como crear nuevas empresas y enriquecer aún más el país”. En cuanto a la reforma migratoria, que prometió a los hispanos en su campaña política –razón por la cual ganó el favor de la minoría hispana– pero hasta el momento no ha podido avanzar ni un milímetro del compromiso, abogó nuevamente por una ley que asegure las fronteras y resuelva la situación actual de los ilegales en forma más humana. Dijo estar “dispuesto a trabajar con republicanos y demócratas para proteger” las fronteras, aplicar las leyes y “afrontar los millones de trabajadores indocumentados que viven en las sombras”.
Pues bien. El tema de la reforma migratoria lo han politizado, ligándolo a las campañas electorales, de uno y de otro lado, a tal grado que los hispanos indocumentados en los Estados Unidos, son víctimas de mayor hostilidad cada día. Varios estados han introducido leyes o están en el curso de hacerlo que criminalizan su estadía y los convierten en foco de discriminación racial. El problema migratorio, más ahora que la violencia del narcotráfico se ha intensificado en las zonas fronterizas con México, fue tratado como tema político en la última campaña de las elecciones legislativas. Un lado lo utiliza para arrear adeptos satanizando a los inmigrantes y otro buscando ser favorecido por el voto hispano. Solo acuerdos bipartidistas, entre demócratas y republicanos, podrían viabilizar la posibilidad de una reforma migratoria y una solución definitiva para los cientos de miles de hispanos que residen sin papeles en los Estados Unidos. Esperemos que este mensaje presidencial, resulte en esa convocatoria para el acuerdo entre los dos partidos. Que no sea otra nueva frustración para los hispanos que, por mucho tiempo, mientras viven y trabajan en la zozobra, aguardan con ansiedad un alto a ese juego de intereses que ha impedido una solución definitiva a su martirio.
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