The United States’ “Best Friends”

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Los “mejores amigos” de Estados Unidos

Por: Álvaro Forero Tascón

AHORA QUE EL “MEJOR AMIGO” DE los Estados Unidos en el mundo árabe ha corrido la suerte de tantos otros gobiernos caídos en desgracia en el pasado, se ven las ventajas de dejar atrás la pretensión obsesiva y parroquial de Colombia de ser el “mejor amigo” de ese país en la región.

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No porque Estados Unidos sea desleal con algunos de sus mejores aliados, pues generalmente la “traición” de los norteamericanos es a regímenes autoritarios y corruptos que fueron aliados por estrictas razones de conveniencia coyuntural. Claro que le caben críticas a Estados Unidos por apoyar regímenes que oprimen y explotan a sus pueblos, pero debe reconocerse que en las relaciones internacionales en ocasiones no es posible conciliar los intereses internos con los externos. Los Estados Unidos podrían alegar que también son reprochables quienes tienen tratos con gobiernos autoritarios como Cuba. O que el gobierno colombiano debe presionar a su vecino Venezuela para que respete la democracia. La obligación del gobierno norteamericano es velar por los intereses de sus ciudadanos, cosa que hace con esmero, a diferencia de los gobernantes que buscan ser amigos incondicionales de Estados Unidos para proteger sus intereses políticos personales.

Algunos países utilizan la “protección” de Estados Unidos como patente de corso para imponer políticas autoritarias y de ultra derecha. Las democracias serias tienen políticas exteriores independientes, de buenas relaciones con la mayoría de países y sin dependencias que recorten su derecho a velar por sus intereses estratégicos, que tienden a ser distintos a los de las potencias. Con la excepción de Inglaterra, que mantiene una relación histórica especial con Estados Unidos con el fin de mantener influencia mundial, quienes todavía se acercan demasiado a Estados Unidos lo hacen con una la lógica de la Guerra Fría, pero ya no de protegerse frente a la potencia enemiga, que no existe, sino de avanzar agendas políticas extremistas.

El gobierno Uribe lo hizo tratando de desempeñar el papel de alfil norteamericano contra Venezuela, desconociendo que no sólo la bipolaridad quedó atrás, sino que el más reciente poder unipolar de los Estados Unidos está desapareciendo. Por eso Estados Unidos nunca tomó en serio la anacrónica solicitud de Colombia de firmar un compromiso de protección militar frente a Venezuela a cambio de acceso a bases militares que ya tenía. Luego de la respuesta fracasada de George W. Bush al desafío de Bin Laden, y de la crisis financiera de 2008, el mundo dejó de reconocerle la condición de gran hegemón que venía ejercieron desde la caída del Muro de Berlín.

Por eso era necesario que la política exterior del gobierno Santos redimensionara la relación con Estados Unidos, para cerrar la etapa de 12 años llamada por algunos de “intervención por invitación” de ese país en Colombia. Otros países también están aprovechando la coyuntura de crisis de influencia por la que está atravesando el gobierno Obama. La propia Casa Blanca parece haber recibido con alivio la iniciativa colombiana, porque interpreta que eso permitirá superar los excesos de la relación Uribe y Bush, como el solitario apoyo a la invasión a Irak y el desafío de Uribe a los países de la región.

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