Los escogidos
Cayetano Llobet T.
Hace varios años, ya fuera de la política y de retorno a la academia -escenario más fácil para la sinceridad según dijo-, le preguntaron a Fernando Enrique Cardoso cuáles eran los países realmente viables de América Latina. Respondió que México, Brasil y Chile, con seguridad. Argentina, Venezuela y Colombia, si hacen reformas estructurales serias. América Central se salva por su vinculación con Estados Unidos; lo demás no sirve. Tengo la impresión de que Perú entró al grupo de los que se salvan. Ahora Obama ha anunciado su próxima visita a América del Sur. Mejor dicho, su visita a Brasil y Chile. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Mike Hammer, aclaró que el viaje “brindará una oportunidad para resaltar el compromiso del presidente con líderes clave en el continente”. Es de suponer el mal humor de doña Cristina Kirchner al enterarse de que no está considerada por la Casa Blanca como uno de los líderes clave de la región. Obama, con estricta lógica política, decidió que no son muchos los llamados pero sí muy pocos los escogidos. Brasil ha sido el primer país latinoamericano que Obama eligió como interlocutor regional. Es cierto que Lula le dio más de un dolor de cabeza, porque los gringos jamás entendieron sus pretensiones de potencia mundial y menos el nudo conceptual de la política exterior brasileña para la región que se expresa en esta ecuación: “a menos Estados Unidos, más Brasil”. Y cuando sus representantes en Brasilia escribían al Departamento de Estado que Hugo Chávez y Evo Morales eran los que instigaban a Lula a una política antiestadounidense, estaban afirmando un desconocimiento absoluto de la realidad. Era todo lo contrario: Lula estimulaba a Chávez y a Evo, apoyaba al régimen cubano hasta atragantarse con sus atropellos a los derechos humanos, exaltaba cualquier manifestación contra los gringos, porque todo eso forma parte de la afirmación brasileña de subimperio regional. Supongo que en su entrevista con Dilma Rousseff no encontrará al equivalente del pequeño emperador que era Lula, pero es un hecho que la primera relación clave para Estados Unidos en la región no puede ser otra que Brasil.
El caso de Chile es diferente. La visita es el premio al mejor alumno de la clase. Ya se lo dijo Obama a Michelle Bachelet en junio de 2009: “Chile es un país modelo en la región”. Y es que desde hace mucho tiempo, los chilenos, en todas sus variantes ideológicas, doctrinales y coyunturales, nunca han abandonado el espíritu de servicio al interés nacional, “por la razón o por la fuerza”. Se adelantaron a todos los demás en su relacionamiento con las economías más poderosas del planeta, tienen el mayor porcentaje de exportaciones de su PIB, su economía está reconocida como la más competitiva de la región, se ha convertido en país inversor en Argentina, Perú y ahora Brasil, con cifras de miles de millones de dólares y, para colmo, es un ejemplo extraordinario de institucionalidad. ¡Si hasta el más famoso de sus criminales, Augusto Pinochet, era institucional! Y para fines de etiqueta en el frasco visita a una de izquierda y a uno de derecha. Digo para fines de etiqueta, porque no creo que ni Dilma sea de izquierda ni Piñera de derecha, porque son modernos, porque ya no viven la política de hace cuarenta años y de sus definiciones arcaicas, porque no gobiernan mirando hacia atrás, porque quieren progreso, no utopías regresivas, porque saben que el horizonte siempre está adelante, nunca en la espalda. Obama también lo sabe.
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