En su informe anual a la nación, Barack Obama empezó por ubicar a Estados Unidos de América en un nuevo contexto global. Después de medio siglo de guerra fría que Estados Unidos le ganó a la Unión Soviética. Después de ocho años de autocelebración y ceguera, llevada por la presidencia de Bush al “ataque preventivo” y la anulación de la diplomacia. Después de todo esto, Barack Obama ha restituido la realidad y la ha puesto al día. Estados Unidos ya no es la única potencia, y las potencias “rivales” eran, ayer apenas, países del llamado “Tercer Mundo”: China, India, Brasil… países con salarios bajos.
Ello no significa que Estados Unidos haya dejado de ser la potencia mundial más fuerte. Simplemente, lo sigue siendo, pero en un contexto mundial nuevo y más competitivo. “El mundo ha cambiado”, dijo Obama y hacérselo entender a sus compatriotas es difícil, aunque necesario. Después de la “década distraída” de Bush, Estados Unidos debe, una vez más, “ganar el porvenir”. Para ello, debe pasar de la revolución industrial a la revolución tecnoinformativa. Debe afrontar y resolver los problemas que lo retrasan. Un desempleo que rebasa el 9% de los trabajadores. Un déficit presupuestal gigantesco. En cambio, ganancias para el capital y mercado de valores en ascenso.
Para equilibrar los factores, Obama propone varias medidas que resume en la fórmula renovar-educar-construir. El énfasis de Obama es la educación. Los maestros deben obtener y merecer respeto. No hay excusa para un mal profesor. El buen magisterio es una necesidad nacional. Ningún niño puede o debe quedarse atrás. La base de la educación elemental prepara el acceso a la educación universitaria. Los subsidios que hoy se le dan a los bancos, deben dársele, ahora, a la educación. Reducir el presupuesto educativo acentuaría el retraso de Estados Unidos respecto a China e India, cuyos estudiantes siguen asistiendo, en número y calidad muy grandes, a las universidades norteamericanas. La educación, por último, es el camino que lleva de la revolución industrial a la revolución tecnoinformativa. Reducir la educación es la fórmula del retraso y, a la larga, del desastre. No educar es como volar un avión sin máquina. La ilusión conduce al engaño y el engaño al desastre.
Si subrayo el tema de la educación en el mensaje de Obama es porque ningún otro toca más de cerca la realidad latinoamericana. Renovar y responsabilizar al magisterio, llevar la enseñanza a los lugares apartados de nuestro continente, mejorar la calidad de los estudios universitarios, son temas de los cuales depende nuestro porvenir. Conviene leer con cuidado lo que dice, al respecto, Obama.
Otro tema del presidente norteamericano es el de la generación y empleo de energía. La era del petróleo se cierra y se inicia el tiempo de la energía limpia. Obama espera que en 2050 haya un millón de vehículos eléctricos, y que desde 2035 aumenten notablemente las fuentes de energía limpia -la energía del mañana-. Brasil ha entendido esta razón. Ha descubierto petróleo, pero ha privilegiado las formas alternativas o limpias de energía. ¿Lo hace, lo hará, México?
Es en el tema de la salud pública donde Obama ha encontrado mayor resistencia. Tema consagrado en las leyes de Europa, aún encuentra oposición en los sectores más reaccionarios de la sociedad norteamericana. La muy ignorante diputada republicana por Minnesota, Michele Bachmann, cree que los primeros colonizadores de Estados Unidos vinieron de África (!). Ahora, rechaza la reforma sanitaria de Obama en nombre de la libertad ciudadana de escoger médicos y hospitales. Olvida que estos rechazan a quienes más necesitan ayuda, los enfermos terminales y, desde luego, a los ancianos. La ley Obama supera estas injusticias. Bachmann representa al ala más retardataria del Partido Republicano, el Tea Party. El mismo de Alicia en el País de las Maravillas, del sombrerero chiflado y del ratón dormido.
Obama propone una ley de salud que se extienda, sin explotarlos, a los pacientes que lo requieran. Rechaza la fórmula injusta de negar seguro médico debido a condiciones preexistentes, y pide la abolición de la ley de discriminación homosexual, “don’t ask, don’t tell”, a favor de una libertad plena de preferencias sexuales en las fuerzas armadas.
El mundo ha cambiado, insiste Obama. A veces, a los norteamericanos les cuesta entenderlo. Estados Unidos perdió una década autocongratulándose mientras China e India crecían y el mundo creaba aeropuertos, carreteras, ferrocarriles. Hoy, sin perder su estatura, es más, confirmándola para un nuevo tiempo, Estados Unidos debe subrayar su sociedad con el resto del mundo -China, India, Europa, Japón, Rusia, América Latina-. Estados Unidos sigue siendo la nación más próspera. Lo seguirá siendo, en la medida en que sepa darle forma a su propio destino, entender la mejor manera de ganarse la vida, reinventarse, educar, renovar, construir.
Muy detrás de Obama quedan sus críticos republicanos, capturados dentro de un mundo que ya no existe, pero que ellos preservan como bananas impertinentemente eternas.
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