Is the U.S. a Reliable Ally?

<--

EEUU ¿Un aliado confiable?

Es cierto, las grandes potencias no tienen amigos ni enemigos permanentes. Tienen intereses permanentes. Pero, en un sistema de competitiva polaridad, ¿no es imperativo conservar las alianzas que facilitan alcanzar esos intereses?

Es cierto, las grandes potencias no tienen amigos ni enemigos permanentes. Tienen intereses permanentes. Pero, en un sistema de competitiva polaridad, ¿no es imperativo conservar las alianzas que facilitan alcanzar esos intereses?

La pregunta surge a la luz la doctrina del “poder ingenioso” ( smartpower) y el efecto que podría estar generando tanto en alianzas clave de EEUU, como en la estabilidad del sistema internacional.

El enfoque del poder ingenioso conlleva una visión pragmática (no realista) que reduce alternativamente el nivel de compromiso ­al menos diplomático­ en alianzas bilaterales de importancia geoestratégica.

Veamos tres casos en concreto: Colombia, Israel y Egipto. Estos privilegiados receptores de ayuda militar estadounidense no han visto mermar esos recursos en la era Obama, y es más, en el caso de Colombia el planteamiento del uso de al menos siete bases en conjunto nos dice mucho sobre cuánto se han involucrado las partes.

No obstante, es poco lo que se ha logrado para sellar el amplio pacto de alianza con un tratado de libre comercio. Este enfriamiento unilateral afectó la decisión sobre el uso de las bases e hizo que Bogotá reconsiderara su rol membrecía en la Unasur, el proyecto brasileño, al punto de proponer a su propia candidata para la Secretaría General.

La insostenible política de asentamientos, el bloqueo a Gaza y los anuncios sobre posibles ataques preventivos a Irán por parte de Israel, pasan por una gestión decepcionante de la relación bilateral.

Aunque el interés geopolítico sostenga a la alianza, el trato que la administración Obama ofreció al gobierno de Netanyahu fue, desde el principio, displicente.

Si bien a EEUU tiene la responsabilidad de administrar premios y castigos como socio mayor de la relación, haber delegado en el Departamento de Defensa el recibimiento y honores al representante de un Estado aliado en su primera visita, afectó la salud de la relación, sembrando la desconfianza personal, a pesar de la rutinaria ayuda militar. El último caso, Egipto, se vincula al segundo.

Es difícil justificar al gobierno de Mubarak, pero como heredero político de Sadat y representante del Estado laico que firmó la paz y reconocimiento de Israel, la situación requería de una clara política de compromiso, al menos para garantizar desde el principio una transición pacífica y laica.

Las dudas, efecto propio del poder ingenioso, han defraudado a un aliado cercano, sin que ello garantice la lealtad de un potencial sucesor.

Los tres ejemplos tienen un presumible impacto allende las fronteras de los afectados. ¿Cómo tomarán la errática conducta estadounidense Taiwán, Corea del Sur, Japón, Pakistán, o Arabia Saudita, cuya defensa y/o estabilidad están ligadas a acuerdos bilaterales con EEUU?

Dejar de ser un aliado confiable en un sistema multipolar es el peor negocio si se quiere preservar el orden.

About this publication