No es el fin del mundo
Si en algún tema hemos visto unidad de criterio entre los altos funcionarios involucrados, es en el del TLC.
Tiene toda la razón el embajador de Colombia en Estados Unidos, Gabriel Silva, cuando advierte que los colombianos hemos comenzado a perder la paciencia por la demora en la ratificación del tratado de libre comercio, impaciencia que ahora se exacerba con el vencimiento de las preferencias arancelarias del Atpdea que, como se sabe, no son una graciosa concesión sino un compromiso de corresponsabilidad del Estado norteamericano en la costosa lucha que adelantan los países andinos contra el narcotráfico, siempre honrado por los antecesores del presidente Obama desde la década del 90.
La morosidad en poner el TLC a consideración del Congreso, pese a que tiene mayorías garantizadas en la Cámara de Representantes y un importante apoyo en el Senado, lo mismo que la falta de interés en impulsar un acuerdo bipartidista para la prórroga del Atpdea, son prueba fehaciente de que, más allá de la retórica promesera con la que se han venido aplazando las verdaderas decisiones, a la administración Obama parece no importarle lo que pase con Colombia. Inclusive con una miopía increíble, pues, como lo hace notar nuestro embajador al hablar de las preferencias arancelarias, extenderlas no sólo conviene a los países andinos sino a EEUU, donde el desempleo es creciente y en sectores como el textil y el de las flores, muchos puestos de trabajo allí, dependen de la entrada de nuestros productos bajo el esquema competitivo del Atpdea. Por ejemplo, dice, “por cada empleo que hay en la industria de flores de Colombia, hay tres empleos en la cadena de valor estadounidense. Lo cual equivale a casi 200.000 puestos de trabajo”.
Algunas de las tareas importantes del embajador en Washington eran impulsar la prórroga del Atpdea y sacar avante el TLC y es lo que ha estado haciendo con la diligencia y la franqueza que lo caracterizan, llamando las cosas por su nombre, como cuando dijo en días pasados que “si en el 2011 no ocurre realmente la ratificación, es muy posible que sea Colombia la que decida que esto ya no va más”. Y aun cuando reconoce que la Secretaria de Estado, la señora Clinton, se ha mostrado favorable al acuerdo, la percepción que él tiene, y en eso hace rato que coincidimos, es que “Estados Unidos tiene el corazón dividido entre los que atienden las presiones de los sindicatos, y los que dan importancia a los empresarios y la política exterior”. Lo grave, agregamos nosotros, es que el presidente Obama parece estar más comprometido con el primer equipo.
La clara posición del embajador ha despertado aquí ciertas suspicacias y algunos, inclusive, han pretendido interpretarla como manifestación de una discrepancia en el seno del gobierno. Incluso algún gurú de la radio mañanera intentó inútilmente que la canciller María Ángela Holguín en alguna forma lo desautorizara. Todo lo contrario, si en algún tema hemos visto unidad de criterio entre los altos funcionarios involucrados, es en el del TLC. Para la señora canciller, nadie discute la importancia del TLC para el país, pero “no se puede seguir rogando”. Al ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz-Granados, le preguntó El Espectador: ¿El Gobierno respalda las declaraciones del embajador Gabriel Silva? Su respuesta fue: “Comparto muchas de las apreciaciones del embajador Silva, con quien mantengo un contacto permanente… Preferiríamos que la aprobación se diera en fecha cierta, y mejor en 2011. Creo que el mensaje de fondo del embajador, y es lo que comparto, es que Colombia no se va a paralizar por la ausencia de un TLC con EEUU”.
Acompañamos al ministro en su solicitud a la Corte Constitucional para que se pronuncie a la menor brevedad en torno a los tratados con Canadá y con la Asociación Europea de Libre Comercio, conformada por Suiza, Islandia, Noruega y Liechtenstein, pues “en la medida en que unos socios comerciales se atrasan con nosotros, les dan ventajas a otros”. Manifestó que gran parte del mercado que tenía EEUU en Colombia lo está perdiendo frente a Brasil y Argentina. “Necesitamos el TLC con EEUU, pero eso no quiere decir que nos vamos a quedar con los recursos humanos y técnicos que tenemos, esperando su aprobación”. Más claro no canta un gallo.
Otra declaración del embajador Silva, que ojalá cale hondo en ciertos círculos en Washington que parecen dormidos ante el avance del huracán chino, fue aquella en que recordó que cuando comenzó la negociación del TLC con EEUU, China era nuestro socio número 12 y hoy es el segundo mayor socio comercial de Colombia. No estamos deseando que en algún momento desplace a EEUU del primer lugar, pero también es claro que no tendríamos el mismo criterio para negociar un tratado de libre comercio con China o Corea, si aquél nos cierra su mercado, porque, en últimas, lo que busca el tratado ya negociado es poder entrar allá con arancel cero, y ellos acá de manera recíproca. Pero si se nos cierra, vamos a tener que ir a buscar en dónde vender lo que les estamos vendiendo a los gringos y dónde comprar lo que les estamos comprando, en las mejores condiciones posibles y bajo los parámetros del libre comercio. Así de sencillo.
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