Presidential Visit in the Middle of a Real Life Nightmare

<--

Viernes, 11 de Febrero de 2011 / 08:28 h

Visita presidencial en medio de una pesadilla real

Godofredo Aguillón

Los politólogos pragmáticos norteamericanos, tan acostumbrados a endulzar a los gobernantes de sus acciones y de esconder la realidad, saltaron por los aires cuando comenzó la revuelta popular en donde menos se esperaba. No se atrevieron a remozar sus desgastadas ideas mezcladas con tozudas posiciones cuantitativas.

Quizá se creyeron del embrujo del choque de las civilizaciones del extinto ideólogo Samuel Huntington, y perdieron la brújula de la realidad cargada de subjetividades individuales y colectivas que afloran cada cierto tiempo cuando las condiciones lo permiten y crean conciencia política en los mismo que han soportado las inclemencias de gobernantes convertidos en dictadores: los oprimidos.

Creer que el pueblo es una turba sin orientación y los menos capacitados para crear una revolución en estos tiempos donde no se quiere hablar de “revolución”, deja a los politólogos de cualquier signo ideológico desarmados teórica y políticamente, no hayan explicaciones causales a algo tan sencillo y claro como el agua, pues tan acostumbrados están a rendirse a los altares de las elecciones, cambios de gobierno, división de poderes, etc. y discurrir análisis superficiales que esperan sean oídos y leídos por los representantes del capital y el establishmen político.

Por más que se quiera obviar la situación internacional a la visita del alto emisario de la política norteamericana, sobre todo lo que ocurre en varios países del mundo árabe y en especial en Egipto, en esta visita a El Salvador no puede pasar desapercibida la revuelta popular en contra de tiranías y dictadores que protege y arma Washington disfrazándolas de “democracias”.

El presidente Obama no tiene moral para promover la democracia en su visita a nuestro país si consiente a dictaduras y reinos en Jordania, Arabia Saudita, Egipto, Yemen, Marruecos, Túnez, etc. donde lo menos que se practica aunque sea mínimamente es eso llamado democracia. Las movilizaciones pacíficas que han derrotado al dictador tunecino, Ben Alí; la exigencia popular de que salga del gobierno el pronorteamericano-dictador-egipcio Hosni Mubarak, y los movimientos populares que salpican en otros países del norte de África y el mundo árabe que se rebelan contra sus dictadores, son motivos para preocupar al presidente visitante, es más, probablemente no estaba en su proyección y agenda la inusitada revolución árabe que lo agarra desprevenido, y previendo cuestiones mayores y curándose en salud pide “una transición ordenada”, pues, la inestabilidad en un país estratégico para sus intereses y dominios, lo hacen perder hegemonía y legitimidad ante la mirada mundial de seguir manteniendo hasta el último instante en el poder a un peón que les ha cumplido a su antojo sus designios imperiales.

Ciertamente la visita se centrará en asuntos internos de El Salvador y la ayuda de Estados Unidos a los complicados problemas que está enfrentando el gobierno; sin embargo, un análisis más profundo sugiere que dadas las condiciones objetivas y subjetivas que sacuden al régimen de Egipto, el visitante estará más pendiente de cómo sale bien librado de la revuelta popular luego de haber puesto, interviniendo en todo el proceso en los asuntos internos de Egipto, a un paladín (Omar Suleiman) que acalle el descontento con el régimen político corrupto y autoritario. Los intereses del gobierno estadounidense están en juego en ese país, así como los del Estado terrorista de Israel, y por ninguna razón dejará que la situación se les salga del libreto preparado por la CIA y sus aliados internos (militares, policías, políticos, magnates, etc.) acostumbrados al poder y los privilegios.

El presidente visitante ya no puede dar marcha atrás a suelo de salvadoreño, pero cualquier gobierno democrático del mundo tiene que estar consciente del doble rasero -político y diplomático- que caracteriza al gobierno norteamericano cuando trata de defender sus intereses o ante denuncias de sus acciones encubiertas.

Por su puesto que el gobierno anfitrión no puede ni debe incomodar – si es fiel a los protocolos formales occidentales- al representante ejecutivo del Norte sobre cuestiones que salpican su política exterior, pero también tiene que ser claro que gobiernos mafiosos antidemocráticos tienen que ser rechazados sin miramientos ni vacilaciones, pues más de algún periodista cargará su pregunta al visitante que no está viviendo un sueño, sino un pesadilla real que lo hace mover, visible o subrepticiamente, todo su aparato de seguridad disperso en los escenarios conflictivos.

Se hablará de inversión, empleo, reactivación económica, seguridad, TPS, Cuenta del Milenio, etc., pero estas cosas no tapan el gran escollo en el que está metido Washington, y que vaya el presidente donde vaya, le atormenta permanentemente que esto les esté pasando justo cuando tiene problemas internos serios que atender. Cuando es vapuleado en el exterior un presidente, porque esto es lo que está pasado en Egipto más allá de ver cuándo cae o se descalabra o se recompone el régimen de Hosni Mubarak, tiene que disimular con gestos y acciones sus relaciones deterioradas en otra parte del mundo donde comparte responsabilidades, desconocer esto tan elemental es contar cuentos donde todo está perfectamente calculado para que el bandido salga bien librado.

Cuando todo el mundo observa –con esperanza para muchos y con desasosiego para pocos- que el descontento es descomunal en Egipto, también es cierto la pérdida de credibilidad y legitimidad de un gobierno que ha armado y protegido a un sátrapa embrutecido por el poder. El que provee armas y se hace ciego a las sandeces del régimen político egipcio, comparte la misma suerte del que se tambalea, con la diferencia que es una potencia arrogante y avariciosa que no quiere que el propio pueblo sojuzgado y avasallado mejore en todos los órdenes de la vida.

En medio de la recepción presidencial salvadoreña al presidente visitante debe estar presente un pueblo que resiste con tesón a las huestes del régimen oprobioso que degusta reprimir, matar y mancillar la dignidad del pueblo egipcio. El presidente Obama viene con compromisos que no se hacen público, será recordado como el presidente que piso suelo salvadoreño, dejando un estela de dudas de sus verdaderos intereses en el mundo y en El Salvador.

About this publication