En su relación con el gobierno del presidente Felipe Calderón, la administración de Barack Obama ha sido consistente en tres posturas desde el inicio:
1. Reconocer y aplaudir el esfuerzo del Estado mexicano y su primer mandatario en la lucha contra el crimen organizado.
2. Admitir en el discurso la parte de responsabilidad de Washington en el crecimiento del fenómeno, pero hacer casi nada en la realidad para enmendar la omisión en el control de armas y aportar muy poco en ayuda mediante la tan publicitada Iniciativa Mérida.
3. Expresar su preocupación, por vías oficiales u oficiosas, por la delicada situación que vive el país y dejar en claro que, pese a que aplaude los intentos del gobierno mexicano, éstos no son suficientes.
Cuando Barack Obama busca elogiar a Felipe Calderón al compararlo con Elliot Ness, el Pentágono filtra que México es un “Estado fallido”. Cuando Janet Napolitano, la secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, estalla en confianza hacia el Ejército, la Marina, la PGR, los militares de nuestro vecino se preocupan por la “narco-insurgencia”. Días después de que Hillary Clinton se declarara fan del mandatario mexicano, el subsecretario de Defensa, Joseph Westphal, dice que los narcos van a derrocar al gobierno federal y en una de esas el USArmy tendría que enviar tropas a suelo de nuestro país (un día después, el funcionario deslindó al gobierno de Obama de sus apreciaciones “personales” y se disculpó por lo dicho, pero dicho estaba).
Ya ni mencionar las desconfianzas de la Unión Americana hacia las autoridades de México exhibidas por WikiLeaks, ni que Washington llegó esta semana a 14 alertas a sus ciudadanos para que eviten viajar o si lo hacen extremen precauciones en el mismo número de entidades de la República Mexicana.
Unos días antes de la escandalosa declaración del subsecretario Westphal, Janet Napolitano había pronunciado un discurso dirigido a los cárteles criminales mexicanos, en el que les advertía que ni siquiera pensaran en llevar sus métodos violentos hacia territorio estadunidense, porque serían combatidos con toda la fuerza del Estado hasta aplastarlos.
Apenas pasadas algunas horas desde la disculpa de Westphal, la misma Napolitano planteó ante el Congreso de su país que existe un riesgo enorme en la posibilidad de que organizaciones terroristas como Al Qaeda lleguen a aliarse con grupos criminales mexicanos como Los Zetas.
Un garrote y una zanahoria. Una y otra vez. La cachetada y el besito. El gobierno mexicano sólo atina a indignarse cuando llegan los diagnósticos devastadores y a sonreír para la foto cuando las flores tocan a la puerta.
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