What Is At Stake in Wisconsin

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Por octavo día consecutivo el Capitolio estatal de Wisconsin se encuentra tomado por miles personas, la mayoría sindicalistas, que pretenden evitar la aprobación de una propuesta de ley que recortaría las pensiones y la cobertura sanitaria, además de la capacidad de negociación colectiva, de los sindicatos de funcionarios de este estado.

Hasta 70.000 personas se han llegado a congregar en las inmediaciones del edificio en una escena más propia de un país de Oriente Medio en estado pre-revolucionario que de una democracia tan madura como la estadounidense. El movimiento sindical estadounidense se ha volcado en el apoyo a sus compañeros de Wisconsin con multitud de acciones, desde el envío de activistas a Wisconsin, al encargo por teléfono de pizzas con destino al Capitolio.

Y no es para menos, pues los dirigentes sindicales de todo el país saben que su futuro se está jugando en las calles de Madison. Con su recurso a la desobediencia civil, los sindicatos han puesto toda la carne en el asador, por lo que una derrota pondría al descubierto su debilidad, e incitaría a muchos estados a seguir los pasos del gobernador de Wisconsin, Scott Walker. De hecho, en Ohio ya se está preparando la presentación de una medida parecida.

El sindicalismo en EEUU es uno de los más débiles en el mundo occidental. La tasa de afiliación ha ido cayendo durante las últimas décadas hasta situarse en 2010 por debajo del 12%. Sin embargo, esta cifra esconde una dualidad muy marcada entre los sectores público y privado. Mientras tan sólo el 6,9% de los trabajadores del sector privado están sindicados, la cifra asciende al 36% en el caso de los funcionarios públicos.

Es decir, que los sindicatos de funcionarios, que incluyen a profesores, bomberos o policías, constituye el último bastión del sindicalismo en EEUU. La ola expansiva de una derrota en Wisconsin podría acabar convirtiendo al movimiento sindical en un actor político y social marginal en todo el país. Y Walker lo saben perfectamente.

El gobernador ha justificado la iniciativa en la necesidad de recortar el déficit público del gobierno, que asciende a 3.600 millones de dólares. Su decisión de reducir los gastos laborales es lógica, pues representan el grueso del presupuesto estatal. Ahora bien, no lo es tanto su negativa a llegar a un acuerdo de compromiso que preserve su tijereteazo a pensiones y cobertura sanitaria, consiguiendo rebajar el déficit, pero no transforme el modelo vigente de relaciones laborales.

Con su actitud, Walker ha puesto de manifiesto que su objetivo no es sólo de carácter presupuestario, sino político. El gobernador pretende debilitar el derecho de representación colectiva de de los sindicatos, y por ende, su capacidad de financiación. Este movimiento es muy astuto políticamente, pues los sindicatos son uno de los pilares de apoyo más sólidos del Partido Demócrata.

Desde el 1990, las asociaciones de trabajadores han realizado donaciones políticas por valor de 614 millones de dólares, y un 92% de éstas han ido a parar a las arcas demócratas. Así pues, en el pulso que tiene lugar en Wisconsin no sólo se la juegan los sindicatos, sino también el partido de Obama.

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