Wisconsin’s Battle

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La megaburbuja en la que estaba inmerso el planeta no soportó la tensión e hizo ¡plof! Y salpicó a todo bicho viviente, de babor a estribor y viceversa. En una sociedad globalizada, las alegrías, pocas, y las tristezas, muchas, se reparten como si la superficie del globo la constituyese una red infinita de vasos comunicantes y compartimos en ámbito universal risas y lágrimas. Si la enfermedad global es una anemia galopante del vil metal, el reparto de los daños colaterales agudiza la miseria en los tradicionalmente pobres, mientras que en los pueblos más boyantes simplemente se aprietan el cinturón. Del chaparrón no se libra ni la madre que lo parió. O en todos lados cuecen habas. En EE UU también se está montando el pifostio. Epicentro: Estado de Wisconsin.

El recién nombrado gobernador republicano, Scott Walker, próximo al Tea Party, pretende un recorte de presupuesto que deje con el culo al aire al funcionariado de Wisconsin, y de negociar con los sindicatos, tararí que te vi. Un atropello, mejor dicho pulso, entre el afán dictatorial del radicalismo republicano y las fuerzas democráticas de un Estado de tradición liberal.

Este ataque frontal al hipotético espíritu democrático USA obtuvo una respuesta inmediata. Pacíficamente 40.000 ciudadanos ocuparon el Capitolio de Madison (capital del Estado de Wisconsin) y los catorce legisladores demócratas salieron del Estado para evitar la votación del despropósito de Scott Walker. Desde Nueva York a California los ojos de la nación están puestos en Wisconsin, en la batalla pacífica que libran en la ciudad de Madison por la defensa de una negociación colectiva de presupuestos, algo que parece tan elemental, pero que en las consignas de la ley antisindical del Tea Party es objetivo a batir.

Obama se ha dirigido a la nación acusando a Scott Walker de «asaltar» a los sindicatos anulando los acuerdos de una negociación colectiva de los empleados públicos, incluyendo los maestros. Y lo más sangrante: el derecho a negociar, que parte de los derechos humanos y tiene carácter universal. El gobernador Scott Walker le responde desde su plataforma televisiva, Fox News, que se vaya al carajo y que revise los sueldos de los suyos. Lo dicho, en todos lados cuecen habas, sólo que cuando el puchero está en EE UU el tufillo del pote invade medio mundo y lo contagia.

La batalla pacífica de Wisconsin está en pleno apogeo. Otros estados como Ohio, Indiana y Pensilvania se preparan para sus respectivas batallas.

A mi modo de ver, y no hay que estar ciego, tres cuestiones fundamentales respaldan este revolcón universal, a saber: aplastante injusticia social y corrupción de la clase política cada vez más aficionada al dinero que engorda sus cuentas corrientes; un desempleo en progresión imparable y que canaliza la desesperación hacia la lucha por sus derechos; y un motor en plena combustión, los jóvenes que no se resignan al futuro que nosotros les auguramos. Y un arma muy eficaz: las redes sociales.

La batalla de Wisconsin es otra más. En América del Norte, y eso pesa mucho. Que la ganen los buenos, no el Séptimo de Caballería de las pelis, sino la joven democracia.

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